Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

6.12.25

!Llega diciembre, y no me gusta lo que veo¡



Llega diciembre a la vibrante y calurosa Maracaibo, y con él, un contraste doloroso. El espíritu de la época choca contra una realidad económica que no solo se mantiene, sino que se ha agudizado desde que consultamos la Encuesta Maracaibo en Datos hace unos meses.

 El estudio revelaba un ingreso familiar promedio anclado a un salario mínimo de $0,60. Hoy, la realidad es aún más brutal: el salario mínimo oficial ha caído a solo $0,52 dólares mensuales. Más que una cifra, este umbral de miseria es un grito silencioso que confirma: así, simplemente, no se puede vivir.

 ¿De qué fiestas hablamos?

 Hoy, las familias zulianas no compran arbolitos, no pueden pintar la casa, hay cero estrenos y cero regalos para los más pequeños. No se puede garantizar las tres comidas. El Niño Dios de este año no trae alegría; más bien, esto le causa enojo.

 La dura verdad es que una Navidad con un salario de miseria, no es Navidad. Es un acto de resistencia, no de celebración.

 En este panorama, el ingenio de sus habitantes brilla más que el sol, pero su dura batalla por un mejor vivir es puesta a prueba diariamente. Como ciudadano, describo a este nuevo consumidor como un «héroe anónimo racional».

 Esta racionalidad no es una elección, sino una necesidad impuesta. Es la respuesta a una economía que obliga a tomar decisiones de compra con la cabeza, no con el corazón. Los datos de la encuesta lo confirman: el 82% de las familias ha tenido que cambiar drásticamente sus hábitos de consumo. Ahora, las promociones y los descuentos se buscan con lupa, y los empaques más pequeños se han vuelto la norma. La compra impulsiva ya no tiene cabida en un hogar donde cada centavo cuenta.

 Pero el reto económico va más allá de los supermercados. El estudio revela que solo una parte de los ingresos, unos $242 dólares, proviene del salario formal del sector privado. El resto se complementa con la ayuda de familiares en el exterior y, en menor medida, a través de bonos oficiales.

 Esta dependencia de la diáspora no solo subraya la precariedad interna y la incapacidad del salario mínimo para sostener la vida, sino que también pone de manifiesto la solidaridad inquebrantable de la familia zuliana, que se extiende más allá de las fronteras y que, por cierto, tampoco la están (Pasando muy bien).

 A pesar de la caída del poder adquisitivo y la dureza de este diciembre, la fortaleza y la capacidad de adaptación son evidentes. Muestra un ciudadano que no se rinde, que evalúa el mercado, que toma decisiones inteligentes y que se apoya mutuamente en medio de la adversidad.

 Es una historia de desafíos, sí, pero también de una fuerza admirable que define el espíritu de la familia zuliana con una fe inquebrantable por un mañana mejor.

 La Navidad no es un lujo, es una promesa. Y en Maracaibo, el espíritu no se compra, se sobrevive con él.

 DC / Abogado Joaquín Chaparro Oliveros / Demócrata Cristian.&

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