Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

jueves, 21 de agosto de 2025

Ni de izquierda ni de derecha: criminales


Hace 57 años, el 21 de agosto de 1968, el imperialismo soviético nos hizo un favor ideológico: invadió a Checoslovaquia y se inició la caída de la farsa de los izquierdistas buenos y los derechistas malos. Con la caída del muro de Berlín, 21 años después, la noche del 9 de noviembre de 1989 no sólo se reunificó Alemania; fue el fin de la Guerra Fría y muchos de quienes, incluso, arriesgamos nuestra libertad y vida ratificamos que el “cuento de hadas” que nos había guiado se había terminado. 

Durante décadas, quienes fuimos catalogados como “izquierdistas” nos envolvimos en el manto de la palabra “revolución” no sólo como título de una acción militar o armada o de un movimiento social violento: no, queríamos distinguirnos como ciudadanos que estábamos a favor y dispuesto a transformar la sociedad para que el mundo avanzara. Lo nuestro era ser la vanguardia de la ciencia, la cultura, la economía y hasta la moda. Nosotros, creíamos que éramos hombres y mujeres de progreso…hasta que llegaron los soviéticos a Praga e iniciamos el descubrimiento: ser de izquierda o derecha en el fondo no significaba nada.

Nos formamos desde muy jóvenes creyendo que existía “un mundo mejor” que estaba ubicado por allá, muy lejos, en otro continente, más allá de lo conocido. Entre las características o actuaciones que, supuestamente, nos describían estaba la de ser buenos lectores, cultos, demócratas liberales… nada que ver con el pasado y, por supuesto, dispuestos a rechazar las invasiones de los “yankees” y señalar al enemigo: ¡el imperialismo!… hasta que los soviéticos -los buenos del cuento- invadieron a Checoslovaquia el 21 de agosto de 1968. A partir de ese día comenzó el desmoronamientos del cuento de izquierdistas buenos, cultos y de avanzada y derechistas malos, incultos y retrógrados.

Los movimientos juveniles que se desarrollan tanto en Francia como en México y Estados Unidos, en esa misma época iniciaron una discusión no sólo contra el “capitalismo norteamericano” sino, en general contra la utilización del poder político, social y económico en su totalidad: se inició el verdadero cuestionamiento de los dogmas.  Se incluyeron todo tipo de dogmas y se tocó el timbre de alarma sobre el terrible poder del “padrecito Stalin”. Descubrimos que los cuentos de malos y buenos tenían que ver con nuestra infancia: eran cuentos de hadas, surgidos en el Medioevo.

Hoy, a varias décadas de la imposición de los dogmas de izquierda, aún surgen por allí personas que se autocalifican como “revolucionarios” y pretenden tener escalafón moral. Son los mismos que, cuando logran toman el poder, destruyen a los países en nombre de “la izquierda, los defensores de los pobres y a favor del dizque socialismo”. Ni siquiera podemos incluirlos en la vieja categoría de ser de izquierda, ni están en contra del capitalismo. Mucho menos son defensores de los pobres, porque los multiplican.

El poder tomado izando las banderas de la revolución, de la defensa de los pobres y contra el imperialismo es una de las farsas más indiscutibles dentro del mal manejo del poder político.

Está claro que en países como Venezuela y Cuba jamás se estableció una forma de producción distinta al capitalismo y la realidad es que se utilizó ese sistema de producción para destruir las bases de la productividad de estas naciones y formar verdaderas castas que, descaradamente, se distanciaron de los planteamientos iniciales de quienes, hace más de sesenta años en Venezuela, creímos que luchábamos para obtener el poder para construir “un mundo mejor”, con mayor libertad, desarrollo cultural y científico. 

Estos personajes que llegaron al poder usurpando nuestros sueños no tienen nada que ver ni siquiera con la vieja idea que nos acompañó de “ser de izquierda”. Su objetivo fue, y es, imponer el ejercicio del poder político de bandas criminales, muy alejadas de principios o creencias políticas. No son corruptos ni utilizan la corrupción en el mundo político: son directamente y sin disfraz delincuentes vinculados a uno de los crímenes que hoy producen más dividendo: el narcotráfico.

Ante la evidencia de su actuación, algunos de estos miembros de las bandas aún se atreven a izar la banderita de la revolución, de su amor a los más necesitados y el asco al imperialismo yankee, como si hoy no estamos informados de quiénes son los invasores.

Lo que los soviéticos iniciaron en mayo de 1968, los rusos de hoy lo mantienen contra la república de Ucrania y nos confirma que ya podemos dejar de lado la vieja creencia de que los invasores e imperialistas son sólo los norteamericanos.

Hace décadas que el cuento de hadas se acabó y sería interesante que algunos “honestos izquierdistas” que creen que efectivamente en Venezuela o Cuba hubo alguna revolución, saquen la cuenta, observen a los personajes que manejan el poder político y estén claros: ni son de izquierda ni de derecha: son criminales. 

Ángela Zago es exguerrillera, escritora, periodista y profesora universitaria.

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