Hemos sido testigos en cuestión de pocos meses de un cambio de envergadura en la escena internacional. Se puso fin a una política de varias décadas en las que Estados Unidos entendió que su influencia internacional se ejercía a través del llamado poder blando y no de la fuerza o la coerción. ¿Ocupará China ese espacio que ha dejado abruptamente Washington?

La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) fue creada en 1961 por el presidente John F. Kennedy. La historia dirá que cerró definitivamente sus operaciones este 1 de julio de 2025 bajo el segundo mandato de Donald Trump. La desaparición de esta agencia, que proyectaba la influencia de Estados Unidos en muy diversos lugares del mundo, pero en particular en naciones pobres, es el fin de una era. Y esto conlleva evidentes implicaciones para el sistema global de cooperación y un vacío que podría ser aprovechado por otros actores, especialmente China, en regiones clave como África.
Cuando fue fundada por Kennedy, en el contexto de la llamada Guerra Fría, aquel peligroso contrapunto entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, la Casa Blanca entendió que se debía centralizar y fortalecer la asistencia internacional no militar de Estados Unidos. El enemigo era claro, pero no se le derrotaría a través de las armas (existía una pareja carrera armamentística nuclear), por eso se habla de poder blando: se buscaba contrarrestar la expansión comunista de entonces promoviendo el desarrollo económico, la salud, la educación y la democracia.
Con un presupuesto anual que alcanzó los 70.000 millones de dólares, su pico más alto en 2023, USAID administraba aproximadamente el 60% de la ayuda exterior estadounidense al momento de su cierre. Era por decirlo en palabras muy llanas, el brazo ejecutor de la cooperación.
Después de la Segunda Guerra Mundial, y con el plan Marshall para reconstruir Europa de por medio, Estados Unidos se consolidó como el mayor donante global de ayuda humanitaria y para el desarrollo. En 2023, casi la mitad de todos los recursos de la cooperación internacional provenían de EEUU. En ese año, países africanos como Etiopía, Somalia y la República Democrática del Congo fueron algunos de los principales beneficiarios, recibiendo sumas que, en el caso de Etiopía, superó los 1.700 millones de dólares al año.
El peso de América Latina, por paradójico que parezca, dada la cercanía geográfica y que históricamente se vio a la región como zona natura de influencia estadounidense, fue más bien reducido en USAID. En ese 2023, del cual existen datos desagregados y públicos a los cuales accedí con la inteligencia artificial Grok de X, América Latina recibió más de 1.700 millones de dólares. Toda la región tuvo un monto relativamente similar a lo que se destinó a un solo país de África, Etiopía. Colombia y Guatemala destacaron como beneficiarios.
El proceso de desmantelamiento comenzó en febrero de 2025 con la congelación de casi el 90% de los fondos de USAID, seguida por la cancelación de 83% de sus 6.200 programas en marzo. De sus 10.000 empleados, solo 294 permanecieron para operaciones mínimas, y el 1 de julio, los programas restantes fueron absorbidos por el Departamento de Estado. Este cambio de tal envergadura, según las autoridades y voceros de la administración Trump se inscribe en la oferta del presidente cuando era candidato: “America First”, primero el país.
Una oportunidad para China en África
La retirada de USAID abre una ventana de oportunidad para China, que ha intensificado su presencia en África a través de iniciativas como la Nueva Ruta de la Seda y el Foro de Cooperación China-África (FOCAC). En las últimas décadas, China ha invertido miles de millones de dólares en infraestructura, salud y educación en el continente, presentándose como una alternativa a la cooperación occidental.
A diferencia de USAID, que condicionaba parte de su ayuda al cumplimiento de estándares democráticos, China ofrece financiamiento sin esas restricciones, lo que resulta atractivo para muchos gobiernos africanos asolados por una suerte de autoritarismo endémico.
Hace dos años, la ayuda china al desarrollo se estimó entre 5.200 y 7.900 millones de dólares, lo cual representaba aproximadamente un 10% de lo que distribuía USAID entonces. La cooperación China, sin embargo, tiene un impacto amplificado por proyectos de infraestructura como carreteras, puentes y hospitales.
En África, la ausencia de USAID podría acelerar la expansión del «poder blando» chino. Natasha Lindstaedt, investigadora de la Universidad de Essex, cree que China está bien posicionada en ese continente para llenar el vacío dejado por Estados Unidos, fortaleciendo su influencia en un continente clave por sus recursos naturales.
No sólo se trata de la cooperación al desarrollo, el repliegue de Washington, también alcanza la esfera de la política exterior. En abril de este año se conoció que el Departamento de Estado, por razones fiscales, planeaba el cierre de 15 embajadas en países africanos. EEUU, después de décadas proyectando su influencia y presencia en el mundo, parece enfocado en encerrarse sobre sí mismo. Definitivamente es el fin de una era.
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