Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

jueves, 24 de julio de 2025

La dictadura ya no necesita propaganda si la repetimos nosotros


El régimen venezolano ha perfeccionado una estrategia silenciosa y devastadora: no necesita que todos lo apoyen. Le basta con que incluso sus opositores repliquen su discurso.

Hay un nuevo mal que se suma a la represión y al fraude sistemático, un nuevo peligro que acecha a los venezolanos, lo verdaderamente alarmante es que nos han convencido de que no vale la pena intentarlo, de que todo está controlado, de que nada cambiará. Y esa narrativa, que antes era únicamente suya, hoy resuena porque la repetimos nosotros.

La colonización del lenguaje

Ha calado incluso en nuestros espacios más privados, en las conversaciones familiares, en redes sociales, en los grupos de WhatsApp, las frases se repiten como un mantra agotado: “Todo está infiltrado”, “nos volvieron a traicionar”, “eso ya está arreglado”. Lo grave no es que esas frases sean falsas o verdaderas; lo grave es que ya nadie las cuestiona. Se asumen como certezas absolutas como dogmas del desencanto, señales del nuevo clima de desesperanza que intenta reinar.

El régimen ya no necesita imponer su narrativa Solo necesita que la verdad deje de importar. Que la duda, la sospecha y la resignación se normalicen.

Y lo ha logrado.

Cuando la narrativa se convierte en resignación

Cada vez que surge una alternativa, una primaria, una candidatura independiente, un movimiento cívico la respuesta automática aparece: “Eso es más de lo mismo”, “ya se vendieron”, “otro show para legitimar al régimen”. ¿Te suena?

No se trata de ingenuidad, nadie está pidiendo creer a ciegas. Pero hemos llegado al punto en el que la desconfianza se ha convertido en una trinchera emocional. En un modo de vida. En una profecía autocumplida.

Lo más eficaz que ha hecho el régimen no ha sido solo reprimir. Ha sido contaminar el lenguaje. Colonizar el relato. Instalar el fracaso como expectativa, incluso de aquellos quienes intentan hacer las cosas distintas, de alcanzar nuestro mayor anhelo.

2024: una prueba que aún resiste

Pero no siempre fue así. En 2024, millones de venezolanos dentro y fuera del país participaron activamente en unas elecciones que, a pesar de las irregularidades y de la censura, dejaron una verdad imposible de ocultar: el país apostó por un cambio, volvimos a creer.

La candidatura unitaria de María Corina Machado inhabilitada ilegalmente por el régimen generó una movilización histórica. Las primarias del 22 de octubre, organizadas sin recursos estatales ni garantías institucionales, lograron más de 2 millones de votos y aunque el régimen respondió con represión, detenciones y censura, algo quedó claro: hay una fuerza latente que no se ha rendido.

Esa victoria moral, aunque negada y robada, tuvo un valor inmenso: fue el resultado de un pueblo que creyó. Que actuó. Que se organizó. Que resistió incluso cuando todo apuntaba al fracaso.

La esperanza no fue ingenuidad. Fue una estrategia.

Lo que estamos perdiendo hoy

Lo que se ha erosionado ahora no es la capacidad de lucha, ni el liderazgo, ni la fuerza social. Lo que se ha perdido es la confianza.

Y lo más duro es que esa desconfianza ya no viene solo del enemigo. Viene de nosotros. Entre nosotros. Contra nosotros.

Cuando dejamos de creer, no solo en el cambio, sino en la posibilidad misma de confiar en alguien, hemos llegado al punto exacto que el régimen necesitaba: la atomización emocional y política.

¿Qué hacer?

Este artículo no es un llamado ingenuo a la unidad. Es una advertencia: mientras no seamos capaces de ver cómo la narrativa de la dictadura se ha infiltrado en nuestro ADN, no vamos a poder cambiar nada.

La reconstrucción de Venezuela no empieza en una elección, ni en una calle, ni en un candidato. Empieza en el lenguaje. En el imaginario. En la convicción colectiva.

Debemos reaprender a hablarnos como pueblo. Dejar de ver enemigos donde hay aliados imperfectos. Cuestionar los dogmas del desencanto. Reconstruir los puentes de confianza, incluso si han sido golpeados muchas veces.

No será fácil. Pero es urgente. Porque si seguimos viendo traidores en cada esquina, infiltrados en cada acción y derrotas en cada intento… no hará falta que el régimen nos venza.

Nosotros mismos lo haremos por ellos.

La unión en propósito debe ser nuestro norte, pero lo más importante, es no dejar de creer en ello.

Correo: coord.comunicaciones@sinmordaza.org 

https://www.elnacional.com/

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