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Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 1 de junio de 2025

Jorge Castañeda: ¿Cuántos votarán para elegir los jueces en México?


Lo que importa este domingo.

A la larga, en los comicios de este domingo se juega la independencia, la pericia y la honestidad del poder judicial. Pero en el horizonte de la coyuntura, y políticamente hablando, la elección consiste en una competencia muy sencilla, que no tiene nada que ver con quien resulte electo ministro de la Suprema Corte o juez y magistrado en todos los demás tribunales. Dicha competencia estriba en cuantos mexicanos votarán, es decir, cuál será la participación electoral.

Concuerdo con los colegas que insisten que al régimen le da más o menos lo mismo la famosa “legitimidad” del proceso. Es indiferente a las críticas nacionales y externas sobre la pobre calidad del proceso electoral, sobre la aberración de votar por tantos candidatos sin conocerlos, sobre las violaciones a todas las normas adoptadas por el IFE y luego el INE sobre la manera de contar los votos, sobre la cadena de custodia de las boletas, etc. Y será indiferente ante una baja participación si ello sucede. Todo esto constituye un precio muy bajo a pagar por conquistar el poder que les falta: el judicial.

Obvio que preferirían una votación elevada: mejor dos dígitos que uno, mejor veinte millones que diez. A la inversa, quienes nos oponemos a la reforma y a la elección directa de jueces de todo tipo, le daríamos la bienvenida a una afluencia exigua: entre cinco y ocho millones de votantes. Por cierto, me encantaría saber qué desean quienes siendo adversarios de la reforma acudirán de todos modos a las urnas: ¿que voten muchos o que voten pocos? Entonces, en realidad, la votación del domingo consiste en una batalla sobre la capacidad de movilización de Morena y del gobierno, en una lucha sobre la pertinencia de una elección de personajes desconocidos, en una contienda sobre la consolidación de una nueva hegemonía cuasi unipartidista.

A diferencia de las consultas populares de López Obrador, esta elección sí importa. Por ello, y a diferencia de AMLO en sus referendos sobre los expresidentes y la revocación de mandato, el gobierno se vuelca sobre cada eslabón de la cadena electoral, para asegurar la mayor participación posible. Lo cual le ha conducido a una serie de prácticas -los acordeones, los grupos de “estudio”, el pago a promotores del voto, al acarreo el domingo- que debilitan, a ojos de muchos, la ya de por sí magra validez del proceso en su totalidad.

Pero quienes serán -seremos- simples observadores de los comicios, a saber, los monitores de la OEA, la prensa internacional, las embajadas, y la comentocracia, el peligro no se agota con las prácticas deleznables ya introducidas por la 4T. La gran pregunta reside en la posible reacción del gobierno a media tarde, si comprueban que la gente no salió a votar. O si los cálculos algo mecánicos sobre la relación entre el tiempo promedio para emitir un sufragio, el número de casillas, y las horas de apertura de las mismas resultan ciertos, y no caben más de 8 millones de votos si cada uno requiere de 6 minutos para emitirse.

El sistema montado permite “completar la voluntad del pueblo”, como decían los priistas en la prehistoria. Entre las boletas sobrantes no canceladas, el envío a los centros distritales para el cómputo, la exclusión de ciudadanos del propio cómputo y su remplazo por funcionarios del INE, y el tiempo permitido para ofrecer resultados, se puede inflar la votación sin demasiadas dificultades. La disyuntiva podrá resultar desgarradora para la presidenta: aceptar un mal resultado, si se produce, o “corregirlo” y correr el riesgo de un clamor generalizado del círculo rojo.

Nicolás Maduro mostró el camino hace una semana. En Venezuela, al concluir las elecciones legislativas y de gobernadores el domingo pasado, se anunció una participación electoral claramente contraria a las percepciones en la calle: 42%. A la dictadura le dio enteramente igual que la oposición encabezada por María Corina Machado, los corresponsales, las organizaciones de la sociedad civil, etc., proclamaran un triunfo de la abstención. Salió bien librado. Sería una lástima que sucediera lo mismo en México. Huelga decir que la tentación es grande.

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