María Corina Machado acumula, en este preciso momento, la fuerza, los aliados y la capacidad para afrontar los desafíos que se le presentan, con un horizonte que, aunque incierto, tiene el sello inconfundible de la determinación.
El pasado domingo 19, lanzó un manifiesto al país. Siete principios que buscan encauzar la política en un rumbo decidido. El quinto, que hace referencia a los próximos procesos electorales, ha generado una polvareda. Algunos lo interpretan como un “todo o nada”. Un ultimátum radical. Otros, como ella misma ha señalado, lo ven como una suspensión, una pausa en la ruta electoral, “hasta que se respeten los resultados del 28-J”. Pero la historia reciente nos dice que, si en el transcurso de 2025 no alcanzamos ese objetivo, la abstención será la opción a la que se recurra nuevamente. Y, como sabemos, la abstención es una vieja práctica conocida. Una estrategia que muchos prefieren no repetir. En este punto, la unidad de los demócratas se resquebraja, y eso no se puede permitir.
Hoy, más que nunca, se requiere consolidar el esfuerzo colectivo. La unidad demostró eficacia en las primarias. Y, en la contundente victoria de Edmundo González. Por lo tanto, alimentar la división, sería un grave error. Lo que necesitamos es ampliar la concertación, extender los brazos a todas las fuerzas que, aunque distintas, comparten un único objetivo: el cambio. El cambio hacia un futuro sin Maduro. Es el momento de una unidad superior, más amplia, más firme. Aquí, en este frente, cabemos todos. Nos necesitamos mutuamente.
Es cierto que la represión desatada, feroz y despiadada, ha golpeado a las fuerzas opositoras. Lo vimos antes y después del 28-J. El aparato electoral no ha quedado al margen de esta brutal ofensiva. Pero no podemos rendirnos, no podemos dejar que el miedo nos paralice, ni que el aparato represivo nos arrastre a la apatía. Necesitamos reconectar con esa red de ciudadanos que, con valentía, participaron en la histórica jornada del 28 de julio. Con participación, este trabajo de reconstrucción de la confianza y el compromiso, se facilitaría enormemente.
Frente a un régimen autoritario y criminal, que se aferra al poder mediante la fuerza bruta de las bayonetas y la represión, la inacción no es una opción. De hecho, la inacción es lo más ilógico que podemos hacer, porque, además de inútil, perpetúa el statu quo. La respuesta adecuada, la única que tiene sentido, es movilizarnos, participar. No hacerlo solo alimenta la pasividad, una pasividad que es la mejor aliada del régimen.
Llamar a votar no es solo un acto de expresión democrática; es una oportunidad única para la denuncia, para la agitación, para el proselitismo y la organización. Votar es, ante todo, reafirmar que somos una mayoría sólida, opuesta decididamente a la continuidad de este régimen. Es insistir una y otra vez en que el respaldo a Maduro es escaso, frágil, casi inexistente. Votar es fortalecer lo logrado con la ruta electoral y seguir avanzando. Votar es, en última instancia, mantener viva la lucha pacífica, la lucha Constitucional, y seguir derrotando a Maduro en su propio terreno, en su propio juego, con su árbitro vendido y sus reglas trucadas.
El descontento popular, ese que no se ve en las encuestas, pero que resuena en cada rincón del país, tiene en el voto una herramienta poderosa para manifestarse. Es el momento de apostar por la elección de representantes que se enfrenten al régimen, que desafíen a los candidatos que no buscan más que pescar en río revuelto. El voto no debe ser un vehículo para satisfacer aspiraciones personales o partidistas. El voto es del pueblo, es para el pueblo, y es en su nombre que debemos actuar.
Ahora, el desafío está en las gobernaciones, los cuerpos legislativos y la Asamblea Nacional. Si encaramos este proceso electoral con una participación masiva, el triunfo está asegurado. Sin embargo, sabemos que el régimen intentará robar lo que no puede ganar. La lucha será dura, será transversal, abarcará toda la geografía nacional. Pero no importa cuántas veces intenten hurtarnos la victoria, lo que importa es que seguimos adelante, desafiando al régimen con el arma más poderosa que tenemos: el sufragio.
Es hora de aceptar el reto, de seguir luchando con la fuerza de la rebeldía pacífica. Bajemos a la provincia, ganemos corazones y mentes, y sigamos defendiendo lo que el pueblo expresó con claridad el 28 de julio: su voluntad soberana. Sigamos luchando, sigamos desafiando, porque esta lucha no ha terminado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario