Para el día de hoy ya tenía preparado un artículo con consideraciones acerca del panorama político venezolano hasta ayer. Hoy, jueves 22, acabo de escuchar la sentencia pronunciada por la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia. Confieso que no estoy sorprendido, pero igualmente confieso que me dio una v… que espero no turbe mi capacidad de análisis. Hoy tomo excepción de mi costumbre de escribir en tercera persona que da una imagen más académica y asumo la primera persona porque me parece que expresa mejor mi indignación.
Confieso que, aunque nunca fui chavista ni madurista y aun así siento vergüenza ajena al comprobar la bajeza de la Sala Electoral de TSJ, cuya misión es impartir justicia porque ello es requisito “sine qua non” para garantizar que la paz y la convivencia reinen nuestra sociedad. Hoy mismo, al conocerse la decisión el expresidente de Colombia Iván Duque lo acaba de bautizar como Tribunal SUMISO de Justicia.
No es el momento de discurrir en estas líneas sobre la competencia de la Sala Electoral ni el sexo de los ángeles. Sí es el momento de expresar indignación -aunque no sorpresa- por el nivel de sometimiento de la más alta instancia judicial de la República.
Me pregunto: ¿quiénes serían los expertos nacionales e internacionales de la máxima competencia que avalaron que los números presentados por el señor Amoroso son consistentes con las actas transmitidas y las papeletas que yacen en el fondo de las cajas auditadas? Me pregunto también cómo van a hacer para dar credibilidad nacional e internacional a una sentencia que desconoce flagrantemente las pruebas físicas y digitales que revelaron la verdadera manifestación de la soberanía popular el 28J.
Me pregunto cuál será el plan B de la dupla EGU/MCM ante un resultado que estaba cantado.
Me pregunto cómo esa señora Carlysia Rodríguez (presidenta de la Sala Electoral) se presentará esta noche en su casa con esa carga de bochorno sobre sus espaldas y en su conciencia, si es que la tiene.
Me pregunto si el pueblo venezolano que votó 70/30 por la democracia se quedará en su casa o si se rebelará ante el golpe de Estado que se ha perpetrado desde Miraflores.
Me pregunto qué irá a hacer la comunidad internacional que hasta ahora ha venido dando muestras de solidaridad con la causa democrática venezolana.
Me pregunto hasta dónde llegará el nivel de represión que requerirán Maduro & Cía. para mantener el poder. ¿Cuántos muertos más hacen falta?
Me pregunto qué dirá AMLO, que declaró que esperaba la decisión del Tribunal Supremo de Justicia venezolano para opinar sobre las acusaciones de fraude. ¿Y qué dirán Lula y Petro, que aun siendo aliados ideológicos del socialismo del siglo XXI ya habían expresado reservas sobre los resultados que el CNE había anunciado?
Hoy me pregunto cómo va a hacer el ciudadano Amoroso para ir al supermercado o al banco o a un restaurante sin atraer el asco público y a lo mejor el escupitajo de algún exaltado.
Me pregunto qué irá a hacer el fiscal general de la República, Tarek William Saab, en cuyas manos se ha colocado el arma de la acción penal para perseguir y posiblemente encarcelar a la dupla EGU/MCM.
Me pregunto qué va a pasar con los seis compatriotas que están asilados en la Embajada de la República Argentina. ¿Será que el gobierno va a montar un operativo tipo Ecuador para echarles el guante?
Me pregunto qué conclusión van a sacar los posibles inversionistas que acaban de recibir pruebas suficientes de que en Venezuela no hay Estado de Derecho.
Me pregunto si será conveniente desde ahora la precaución de no llevar encima el teléfono celular con los chats de Whatsapp que intercambiamos.
Me pregunto si los esbirros del Sebin o la Dgcim tendrán ahora vía libre para seguir allanando viviendas sin orden judicial y cometer atropellos y torturas, como las que se atribuyen al siniestro Gramcko Arteaga, versión contemporánea del recordado Miguel Silvio Sanz de la otrora Seguridad Nacional en los años del perezjimenismo.
Me pregunto cómo sobrevivirá un gobierno repudiado y aislado por todo el mundo democrático y cómo ello repercutirá en la cuestión de la emigración de nuestros compatriotas, los venezolanos de a pie, que lleguen a una frontera. ¿Serán acogidos con humanidad o con el egoísmo de los que ignoran la cara del sufrimiento y la desesperación? Adicionalmente, un gobierno no reconocido como legítimo no podrá adquirir compromisos por cuanto ellos serían nulos y por tanto nadie tomaría el riesgo de hacer ninguna inversión.
En fin, a medida que anoto estas interrogantes van surgiendo mil más que ponen en evidencia la fragilidad de las instituciones y el irrespeto a los derechos humanos que en estos momentos se perciben como utopías.
Por último, como hombre de fe que soy, me pregunto dónde está Dios, ¿o será que Él ha decidido imponernos esta penitencia como la que impuso a Sodoma y Gomorra o la llegada del Diluvio Universal a pueblos que se portaban mal, tal como lo relata el Antiguo Testamento?
De todos modos, si Dios tuviera ganas de escucharnos le imploro que conceda esperanza al pueblo venezolano para poder sobrellevar esta hora menguada de su historia.
@apsalgueiro1
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