Neuro Villalobos: Sin miedo y con esperanzas

Hundir a un pueblo en el desaliento es el cierre de un círculo perverso perfecto. Papa Francisco.

La sensibilidad por la muerte absurda de miles de seres humanos no es un patrimonio de quienes se consideran de “izquierda”, línea divisoria que se hace imperceptible con lo que hoy se califica de “derecha” frente a la muerte. El mismo dolor, la misma angustia, la misma rabia nos lacera a todos por igual ante la pérdida de vidas bien sea por genocidios, guerras, homicidios o hambre. Tan condenables son los muertos por la guerra en cualquier parte del mundo como los homicidios en Venezuela, por ejemplo; más aún si ellos son cometidos por el Estado con total impunidad.

Es sobrecogedor ver a tanta gente huyendo de su país por los terribles tormentos de una guerra como por el miedo y la desesperanza por perderlo todo, incluso su vida, por el “delito” de pensar distinto a un régimen que cree que su verdad es absoluta y por tanto trata de imponer un pensamiento único en nuestra sociedad.

Por cierto, en ese sentido, la Iglesia Cristiana, en la voz del Papa Francisco, considera que “la guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal;” al mismo tiempo, reafirma el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la misma tierra. El miedo, nos dice, nos priva del deseo y de la capacidad del encuentro con el otro.

Es injustificable que la pobreza haya aumentado en un periodo que abarca ya un cuarto de siglo y con un régimen que lo ha tenido todo a su favor: un asombroso apoyo popular, hoy bastante menguado por el despertar del pueblo, y el más voluminoso caudal de recursos tragados por la insaciable corrupción o malgastados en ayudas a regímenes del mismo signo y con las mismas o peores intenciones.

Lo único que le ha faltado a este régimen son escrúpulos para hacer con el poder lo que se le venga en ganas a favor de una camarilla y en contra de la democracia y las libertades ciudadanas. Por eso repito con insistencia, ante la terca realidad que nos conmueve, no es posible seguir con la venda que hace translúcida la conciencia y acepte como algo normal la injusticia.

Los grandes ideales de construir una nueva sociedad y de formar un hombre nuevo tiene poco que ver con ideologías y más con valores humanos. La ideología encubre mientras que la ciencia descubre, nos dijo Ludovico Silva. La ciencia sirve para descorrer el velo de la verdad y no para encubrir el celo de la maldad. El hombre nuevo tiene ideales de justicia, esa que en términos de Saramago “no se envuelve en túnica de teatro y nos confunde con flores de vana retórica judicial, sino una justicia para la cual lo justo sería el sinónimo más exacto y riguroso de la ética”

Los venezolanos debemos mirar con fe el futuro de nuestra Nación con la esperanza de que el sentido de nuestra existencia cambiará positivamente, ya que, como dice nuestra Iglesia Cristiana “la esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más digna y más bella.”

Para ello es necesario enfrentar el desaliento, el desencanto y el miedo, que es lo que pretende el régimen, con esperanza y sin miedo, alentando en nuestra sociedad el espíritu de generosidad, solidaridad y valor. Podemos hacerlo.

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