El término soft skills (habilidades blandas) ha adquirido en los últimos años un enorme protagonismo. El Foro Económico Mundial de Davos lo reforzó en 2020 con su listado de las diez destrezas que serán necesarias para enfrentarse a los desafíos emergentes y futuros de nuestra sociedad digital.
Estas incluyen el desarrollo de pensamiento analítico e innovador; la capacidad para aprender de forma activa y a través de diferentes estrategias; poder resolver cuestiones complejas; trabajar el pensamiento crítico; ser creativo, original y tener iniciativa; liderar y poseer influencia social; ser capaz de usar, diseñar y programar la tecnología; ser resiliente, tener tolerancia al estrés y ser flexible y saber razonar para solucionar cuestiones complicadas con nuevas ideas.
De todas las que se señalan, solo hay un par de menciones propiamente tecnológicas. Y en todas las demás se aprecian unos valores y principios que ya se describieron en la antigüedad clásica. En concreto, lo que subyace es una clara presencia de Aristóteles y su pensamiento.
Aristóteles sigue estando de moda
El filósofo del siglo IV antes de Cristo sigue influyendo en el desarrollo intelectual de Occidente.
Aristóteles trabajó en diversos campos del saber, tan dispersos y amplios como pueden ser la física, la biología, la psicología, la ética o la política. Toda teoría comunicativa sigue bebiendo de su Retórica o el arte de persuadir y los guionistas continúan trabajando su Poética para (como reza el título de un conocido manual) “convertir un buen guion en un guion excelente”… De ahí que sea valorado como un polímata, esto es, una persona con grandes conocimientos en diversas materias científicas o humanísticas.
Tras miles de años, sus principios siguen teniendo vigencia en la actualidad. Y ahora el Foro de Davos nos lo recuerda con el tema de las habilidades blandas.
Resonancia de Aristóteles en el Foro de Davos
Estas habilidades personales pueden ser aplicadas en cualquier ámbito y facilitan la interacción con los demás. Lógicamente, en el mundo laboral son muy demandadas, ya que estas fortalezas o virtudes permiten desarrollar el trabajo de una forma más eficiente.
Según describe Aristóteles en su Ética a Nicómaco, la virtud es la disposición que resulta de los mejores movimientos del alma y la fuente de las mejores acciones. ¿De qué virtudes hablamos? El filósofo distingue dos tipos –intelectuales y éticas o del carácter– que expresan la excelencia del hombre, y su consecución produce la felicidad.
Las virtudes intelectuales o que responden a la parte racional son cinco: el arte o tekné, el conocimiento científico, la sabiduría, el entendimiento y la prudencia.
Por su parte, las virtudes éticas o morales son una expresión del carácter, producto de los hábitos que reflejan opciones repetidas. Dentro de estas encontramos, por ejemplo, la valentía, la liberalidad, la magnificencia, la magnanimidad, la paciencia, la honestidad, el ingenio, la amigabilidad, la vergüenza…
Las virtudes aristotélicas son la base de las capacidades consideradas necesarias para poder realizar bien el trabajo profesional. La correspondencia es clara. Crecer en los grupos principales de destrezas señalados por Davos se mira en los principios del filósofo. A la hora de saber solucionar los problemas debemos cultivar las virtudes racionales de Aristóteles. También para el aprendizaje activo. Y desarrollar las habilidades necesarias para la relación con otros implica atender a sus virtudes éticas.
Además, la tradición filosófica recoge cuatro virtudes cardinales: fortaleza, justicia, templanza y prudencia. Así lo dijo Platón, que se lo enseñó a Aristóteles, después pasaron a Cicerón y acabaron en el pensamiento cristiano precursor de la cultura occidental actual.
Aristóteles da especial importancia y desarrollo a la fortaleza, la justicia y la templanza. Además, en varias obras señala que la prudencia es fundamental para el resto; y aunque en teoría forma parte de las intelectuales, acaba incluida en el elenco de las éticas. Según Davos, es importante que seamos capaces de gestionarnos a nosotros mismos, y para eso se precisa ser fuerte, templado y paciente. Es decir, virtudes cardinales según la tradición filosófica.
Una propuesta: más cultura e interacción con el Arte
Davos hace mucho hincapié en que es necesario fomentar algo que actualmente falta: el pensamiento propio y crítico. Su empeño en destacarlo evidencia una carencia cultural en personas e instituciones. Me refiero a la necesidad de cultura en su acepción humanística, esto es, como “cultivo del alma” a través de los saberes que permiten al hombre humanizarse y vivir dignamente como un ser humano. Hay gente muy capaz, con habilidades tecnológicas, pero en la que falta esa dimensión espiritual.
Pero sabemos que las habilidades no se adquieren por medio de teoría, recibiendo charlas o con grupos de discusión. Habitualmente se aprenden durante la práctica y la interacción con otras personas. Y esto desemboca en otra enseñanza aristotélica, ya que el filósofo defendía que el hombre es un ser social por naturaleza, que necesita de gente para poder desarrollarse como tal.
¿Y si esta experiencia entra el contacto con la belleza? Los elementos artísticos proporcionan la posibilidad de cuestionar, contemplar y dialogar con la realidad. La tradición filosófica clásica desde Aristóteles a la actualidad siempre ha sostenido que lo bello es algo atractivo que, como tal, afecta al ser humano, no le deja indiferente. Se subraya así la creencia de que lo que necesita cada individuo no es adquirir una destreza sino cultivarse como persona.
Habilidades, Aristóteles, arte. Implementar estás destrezas de forma creativa supone todo un reto para las empresas que ya se está trabajando desde proyectos de investigación como “Skills&Art, Desarrollo de habilidades de liderazgo basado en la comunicación experiencial del arte”, en el que participo.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
El filósofo del siglo IV antes de Cristo sigue influyendo en el desarrollo intelectual de Occidente.
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