De forma maligna actuó China en el manejo de la pandemia del coronavirus según el informe de Libertad de Expresión 2021 de Freedom House. Así, sin eufemismos lo divulga la organización. No calza otro calificativo cuando el Partido Comunista Chino —ante el peligro de que se culpara a su sistema autoritario de encubrir la realidad sobre la enfermedad— vendió suministros médicos, pero divulgó las transacciones como donaciones y además, organizó eventos de propaganda con gobiernos receptores económicamente dependientes.
La lista de hechos repudiables es profunda. Beijing también intentó culpar a los mismos países a los que afirmaba estar ayudando del origen de la enfermedad, entre ellos, Italia. Del mismo modo, en el último año, el Partido Comunista Chino promocionó sus propios métodos autoritarios para controlar el contagio, comparándolos favorablemente con democracias como Estados Unidos, para convencer al mundo de que la censura y la represión de China es una receta que refleja una gobernanza eficaz en lugar de herramientas contundentes para afianzar el poder político.
Y más allá de la pandemia, la exportación de tácticas antidemocráticas, coerción financiera e intimidación física, el gobierno de Xi Jinping erosionó a las instituciones democráticas y la protección de los derechos humanos en numerosos países.
Freedom House lo lamenta y lo cuestiona porque en “este clima de impunidad, el PCCh pisoteó las instituciones democráticas de Hong Kong y los acuerdos legales internacionales. El territorio refleja “una disminución masiva de la libertad desde 2013, con una caída especialmente pronunciada desde que se reprimieron las manifestaciones masivas a favor de la democracia en 2019 y Beijing reforzó su control en 2020”.
Una campaña para lavar
En medio del conflicto, la nación asiática intensificó su «campaña global de desinformación y censura» para contrarrestar las consecuencias de su encubrimiento del brote inicial de coronavirus, que obstaculizó gravemente una rápida respuesta global en los primeros días de la pandemia.
Es terrible porque esa misma campaña se complementó con los movimientos del régimen para promover su agenda en las Naciones Unidas, en los canales diplomáticos y a través de la propaganda mundial para “alterar sistemáticamente las normas globales”.
El régimen de Nicolás Maduro se presta para el juego chino. Desde la cuenta de su despacho de prensa difunde un mensaje de Xi Jinping donde se compromete a «donar» 2000 millones de dólares a los países que requieran fondos para adquirir vacunas.
Esto comprueba lo que señala Freedom House sobre la orientación de Beijing de impulsar una “mayor intromisión en el discurso político interno» de naciones extranjeras con «ayudas» para ganar influencia en instituciones multilaterales como el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Como los naipes
Lo hecho por China se ha multiplicado. Las oleadas de información falsa y engañosa, generada deliberadamente, inundaron los sistemas de comunicación de muchos países, oscureciendo datos confiables y poniendo en peligro vidas inspiraron a dictadores desde Venezuela hasta Camboya a explotar la crisis para sofocar a la oposición y fortalecer su poder asegura el reporte.
La vigilancia excesiva, restricciones discriminatorias a las libertades como el movimiento y la reunión y la aplicación arbitraria o violenta de estas restricciones por parte de la policía y actores no estatales evidencian la réplica del modelo asiático en estos países.
Comentaristas oficiales chinos y rusos abonaron este escenario. Desde sus tribunas ejercieron una “influencia internacional ocultando las responsabilidades por los abusos”. No fueron los únicos. El gobierno bielorruso minimizó activamente la gravedad de la pandemia ante el público, negándose a tomar medidas, mientras que el régimen iraní ocultó el verdadero número de víctimas del virus en su pueblo.
Algunos gobiernos altamente represivos, incluidos los de Turkmenistán y Nicaragua, simplemente ignoraron la realidad y negaron la presencia del patógeno en su territorio mientras que “actores antidemocráticos dentro de los estados democráticos vieron oportunidad para consolidar el poder” y celebran ahora el colapso de la democracia y la exacerban.
Por su parte, el autoritario primer ministro de Camboya, Hun Sen, presidió los arrestos de numerosas personas por supuestamente difundir información falsa relacionada con el virus y criticar el desempeño del estado. “El impacto es global”. No hay duda. Casi el 75 por ciento de la población mundial enfrentó al deterioro de sus libertades.
La caída más estrepitosa
Nicaragua y Venezuela son los dos únicos países de la región que entraron en el top 10 de las naciones a nivel mundial que arrojaron un mayor declive en las libertades en la última década: el país suramericano bajó 28 puntos en el reporte y el centroamericano 24.
Tanto Nicolás Maduro como Daniel Ortega “aprovecharon la pandemia para restringir aún más las libertades de la población con violencia y abuso por parte de las fuerzas de orden”.
Esta realidad, la desmenuza el Centro Justicia Paz en su último balance donde señala que la emergencia sanitaria sirvió como excusa para extender un estado de excepción, que ya tiene una vigencia inconstitucional de más de cuatro años, y que ahora, siendo necesaria para salvaguardar la vida de los venezolanos se aprovechó para vulnerar derechos y aplicar mayores restricciones que, lejos de atender la emergencia, profundiza aún más la preexistente crisis.
Sobre Nicaragua, que junto a Venezuela y Cuba forma parte de los tres países calificados como “No Libres” en la región, el informe señala la actitud del gobierno respecto al COVID-19, señalándolo de haber “ignorando la realidad y negando la presencia del patógeno en su territorio”.
Exposición a toda escala
“El brote expuso debilidades en todos los pilares de la democracia, desde las elecciones y el estado de derecho hasta restricciones atroces y desproporcionadas a las libertades de reunión y circulación” indica Freedom House. Sin embargo, en las naciones bajo regímenes autoritarios como China, Venezuela, Rusia, Cuba y Bielorrusia su población ha tenido “menos herramientas para resistir y corregir las políticas dañinas”.
Con la pandemia ahora son “peores las condiciones políticas; con desigualdades raciales, étnicas y de género más pronunciadas; y vulnerable a los efectos a largo plazo”.
La crisis de salud pública al mismo tiempo desata una crisis económica con recesión y desempleo donde “las poblaciones marginadas son las más afectadas tanto por el virus como por la desigualdad de ingresos, entre otras disparidades”.
El drama es que “la pandemia de COVID-19 no es la única emergencia global actual que tiene el potencial de acelerar la erosión de la democracia”. A ella, se suman los efectos del cambio climático podrían tener un impacto similar a largo plazo, con el desplazamiento masivo alimentando conflictos y políticas más nacionalistas, xenófobas y racistas. También son posibles otras crisis menos predecibles, incluidas nuevas emergencias sanitarias.
A ella, se suman los efectos del cambio climático podrían tener un impacto similar a largo plazo, con el desplazamiento masivo alimentando conflictos y políticas más nacionalistas, xenófobas y racistas. También son posibles otras crisis menos predecibles, incluidas nuevas emergencias sanitarias.
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