El psiquiatra lidió con el trauma de Nueva York, una ciudad conmocionada por el 11-S. El dolor de la pandemia es otro. Se ha vuelto crónico y necesitará tiempo, advierte
La luz se empieza a ver al final del túnel de la pandemia, pero todavía no sabemos qué profundidad tendrán las cicatrices del Covid-19. Sin duda, habrá una factura en la salud mental, tras meses de goteo de muertos, confinamiento, distancia física e incertidumbre. Y todavía quedan curvas por delante. Ese impacto lo conoce bien Luis Rojas Marcos, psiquiatra de prestigio mundial, establecido desde hace décadas en Nueva York.
Fue responsable de su sistema hospitalario público y ahora comanda PAGNY, una organización con más de 3.500 médicos. La Gran Manzana fue hace un año el epicentro global de la crisis y Rojas Marcos la vivió en primera línea.
Considera que para superar las secuelas del COVID-19 en la sociedad se necesitaran dos o tres años mas.
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El psiquiatra Luis Rojas Marcos es un optimista convencido, interesado y preocupado por la felicidad de los demás. Se le nota que le gusta escuchar, hasta cuando es a él a quien entrevistan. Su trabajo es conectar emocionalmente con sus pacientes y esa deformación profesional parece empapar todas sus relaciones.
En 1969 emigró a Nueva York donde ha hecho toda su carrera profesional. Se formó como psiquiatra, dirigió los hospitales de la ciudad y se convirtió en un referente internacional de salud mental. Hoy sigue dando clases en la Universidad de York, dirige una organización médica sin ánimo de lucro y publica libros con la experiencia de miles de horas de diván. El último, «Somos lo que hablamos», es un alegato a favor de la comunicación humana.
«Hablar añade vitalidad y años de vida», garantiza.
¿Cómo funciona el poder terapéutico del habla?
Al transformar las emociones y sentimientos en palabras conseguimos darles un argumento. Disminuye la confusión, la intensidad de la ansiedad y la sensación de estar abrumados. Si además, alguien te escucha y te ofrece apoyo, entonces el impacto terapéutico es mayor. Pero aunque no haya nadie escuchándote, hablar contigo mismo, a solas, ayuda.
¿Ayuda también físicamente?
Sí, hay muchos estudios que demuestran que los habladores tienen una mejor salud cardiovascular, con una presión arterial y pulsaciones más bajas. Otros trabajos han demostrado que los enfermos crónicos llevan mejor su condición si acuden a un grupo de autoayuda y comparten sus sentimientos. Esto se ha visto en pacientes con cáncer. Hablar forma parte de la personalidad de la longevidad
La moda ahora es acudir a la meditación, a la introspección
El yoga y otros tipos de meditación son muy útiles para personas con ansiedad, tensión continuada y un nivel de estrés continuado. La meditación, al igual que el ejercicio físico, aumentan la dopamina y la serotonina. Tranquiliza a la persona y le da una sensación de bienestar. Esto no quiere decir que pasemos el día en situación de meditación. Hablarnos y hablar es fundamental para la salud mental.
Hoy nos comunicamos más que nunca pero verbalizamos poco. Hemos dejado de hablar para enviar mensajes o poner «likes». ¿Esto es un motivo más para demonizar las redes sociales y el uso del móvil?.
Yo nací en 1943 y la televisión comenzó cuando tenía 12 o 13 años. Recuerdo cómo se demonizaba hace años a la televisión. Se le ha culpado de ser la causa de problemas de aprendizaje o de la violencia juvenil. El problema no era la televisión entonces o el móvil hoy, sino el uso que hacemos de ellos. La comunicación visual y hablada es insustituible. Es un error abandonar la comunicación personal, cara a cara. Todo lo que interfiera con nuestras relaciones afectivas es un verdadero problema.
Yo suelo hablar sola, ¿esto es un signo de cordura o de locura?
Es inevitable. Pasamos más tiempo hablándonos a nosotros mismos que a los demás. Y a pesar de ello, desde pequeños se nos intenta corregir. Hablar en voz alta está mal visto. Nos enseñan a hablar con los demás, a ser educados a dirigirnos con respeto… Sin embargo, nunca nos dicen: «Cuando hables contigo mismo trátate con comprensión. Ya es hora que desde pequeños nos enseñen a hablarnos a nosotros mismos.
Cuenta en su libro que sus soliloquios le ayudaron con los atentados del 11-S cuando dirigía los hospitales de Nueva York. ¿Qué se decía?
Me decía «Luis, ¿qué haces aquí?», «¿qué puede hacer un psiquiatra», «no arriesgues la vida de tu ayudante»… En ese momento, aún no se habían derrumbado las torres gemelas pero estábamos al lado y oíamos cómo caía la gente al precipitarse desde las ventanas. El sonido era diferente cuando se estrellaban en una claraboya o en el suelo… Era algo terrible, pero hablarme a mí mismo me ayudó. Los soliloquios nos ayudan a todos. Cuando un avión se estrella, el que sobrevive es el que se dice a sí mismo «yo puedo hacer algo por salir de aquí». La pasividad del que pone el control fuera de él y piensa que es cuestión de suerte o dice «que sea lo que Dios quiera», solo actúa en su contra.
Dice también que se hace un flaco favor a una persona cuando se le dice «Rezaré por ti», una frase bienintencionada
Hay un estudio muy curioso con enfermos de cirugía cardiaca. Antes de ir al quirófano, a unos se les dijo que una congregación rezaría por ellos para que la cirugía fuera bien y a otros no se les dijo nada. Hubo muchas más complicaciones entre los pacientes a los que se les dijo que rezarían por ellos.
Volvemos a la pasividad. No digo que no sea bueno rezar, pero si vas a rezar por alguien no se lo digas.
Usted era un niño dicharachero. ¿Cómo se convirtió en psiquiatra, un trabajo que consiste en oír a los demás? Debió ser una tortura.
Yo era un niño hiperactivo cuando no se conocía la enfermedad. Me interesó conocerme a mí mismo y a los demás y me hice psiquiatra. Si, además, el escuchar te da la oportunidad de ayudar a otro ser humano eso es una gran fuente de satisfacción
Dice que el entorno nos hace más o menos locuaces. Yo tengo dos hijas, a una le preguntas ¿qué tal? y zanja la conversación con un «bien». Para la pequeña, esa pregunta es una invitación a un monólogo sinfín
Nacemos y nos hacemos, sin duda si tuviéramos tiempo y me contaras cómo han crecido y las experiencias que ha tenido podríamos explicar parte de ese comportamiento. Probablemente, han sido expuestas a ambientes un poco diferentes, si no en casa, en el colegio. El impacto de ambiente es enorme.
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Nacemos y nos hacemos, sin duda si tuviéramos tiempo y me contaras cómo han crecido y las experiencias que ha tenido podríamos explicar parte de ese comportamiento. Probablemente, han sido expuestas a ambientes un poco diferentes, si no en casa, en el colegio. El impacto de ambiente es enorme.
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