Finalmente, tras casi un año separados, la familia López Tintori se reunificó en Madrid. Finalmente, tras más de seis años y medio, Leopoldo es libre.

Leopoldo López es una figura polarizante. Su naturaleza inquieta hace que siempre esté en el candelero. Esa hiperactividad lo lleva, naturalmente, a cometer errores. Ensayo y error. El método empírico aplicado a la política. Se cae y se levanta. Como todo, y todos, tiene su lado bueno y su lado malo. Lo cierto es que ese abrazo con su familia es merecido. La violación de los derechos humanos de este político ha sido sistemática desde hace años, inclusive antes de que Maduro despachara desde Miraflores. Se puede estar de acuerdo o no con el personaje, pero nadie merece lo que ha pasado esta familia.

Pero, pasado el momento de júbilo, Leopoldo López deberá tocar tierra. Finalmente es libre, pero ahora le toca batirse en la dura arena del exilio. Parte con ventaja. No sólo tiene un claro rol en el gobierno interino de Juan Guaidó. Es el comisionado para el centro de Gobierno. Es el gran coordinador de la estrategia opositora. Además de esto, su figura opaca fácilmente a cualquier otro dirigente en el destierro. Su caso es icónico. Era el preso político por excelencia. Sin embargo, deberá cuidarse de no ahogarse en los quince minutos de fama con los que cuenta todo exiliado político cuando llega a su nueva situación. López, un obseso por la política, seguramente se pondrá manos a la obra cuanto antes. Será muy importante que sujete cortas sus propias riendas y que no tome decisiones sin pasar por el filtro de sus pares. Que no lo agarren en posición adelantada. Transparencia, palabra y trabajo en equipo.

Los que ganan y los que pierden

Leopoldo López jugará un papel protagónico en la política externa del gobierno interino. Será interesante ver al hiperactivo Leopoldo con el hipertranquilo Julio Borges. Dos personalidades absolutamente distintas que ahora deberán trabajar codo a codo. Es mucho lo que se juega Venezuela en la arena internacional. No debemos olvidar que la posición de Borges y Primero Justicia en la cúpula opositora está en entredicho tras el affair Capriles. Otro aspecto que deberá cuidar López es el de no opacar a la figura del presidente encargado, sobre quien, al fin y al cabo, recae la legitimidad de la oposición venezolana. El 30 de abril de 2019 está marcado en la retina. Ese día, en vez de mantenerse a resguardo, López se puso al frente de las cámaras. Esto no gustó a los militares involucrados en la insurrección. Sobre todo, a Vladimir Padrino, quien con esto encontró la excusa perfecta para echarse para atrás.

Lo cierto es que al régimen de Maduro no le beneficiará en absoluto la escapada de López. Era el preso político estrella. El mero hecho de saberlo resgfuardado en la embajada española era un tema delicado, sobre todo para los más radicales del chavismo. Miles fueron las presiones sobre la legación diplomática. Asedio constante, desde Caracas y desde Madrid, porque Pablo Iglesias intentó que Sánchez echara a la calle al dirigente venezolano. Ahora, justo cuando está fresco el informe de la ONU sobre las violaciones de Derechos Humanos de Maduro y su combo, este potente altavoz, que ha sufrido en carne propia los cariños de la dictadura y cuyo caso es archiconocido, campea libremente por el mundo.

La libertad de Leopoldo López también será sísmica en la oposición. Ese mismo potente altavoz contra Maduro será usado para impulsar la agenda de la legítima Asamblea Nacional. Esto no son buenas noticias para Henrique Capriles, el otro opositor con tanta dimensión internacional como López. El ex candidato presidencial tiene tiempo tejiendo una red internacional para recuperar el control de la oposición. En Europa ha tenido un gran aliado en Josep Borrell y, en menor medida, Sánchez. En Washington, Capriles cabildea a través de empresarios venezolanos que quieren el cese de las sanciones.

Estas gestiones “extraoficiales” de Capriles generan resquemores en el G4, la instancia de los cuatro partidos mayoritarios de la oposición en donde se toman las decisiones. Primero Justicia, el partido al que pertenece Capriles, es uno de los miembros de esa cúpula y su coordinador, Julio Borges, es el canciller del gobierno interino. Lejos de censurar las andanzas ante Borrell, que minaban su propio trabajo, Borges se hizo el loco con el tema. No emitió comentario alguno. El partido se limitó a desmarcarse, pero hasta ahí. Pasmosa tibieza. No hubo mano dura. La hipertranquilidad mencionada anteriormente. El clásico laissez faire, laissez passer. Dejar hacer, dejar pasar.

Las conversaciones con Borrell no son las únicas significativas que ha mantenido Capriles en los últimos meses. Ya ha tenido más de una sentada con Maduro. Todo esto a espaldas de sus aliados y de su partido. El acuerdo alcanzado con el régimen es reingresar en la ruta electoral con algunas condiciones electorales de carácter cosmético. Tras las reuniones, se comisionó a Capriles para conseguir el sello de la observación electoral de la Unión Europea. Los tiempos no dieron y se atravesó el informe de la ONU, por lo que el ex candidato no pudo completar la misión. Ahora, las gestiones se basan en conseguir un alivio en las sanciones, el gran dolor de cabeza tanto de Maduro como de algunos miembros del gremio empresarial que son cercanos a Capriles.

La estrategia de Guaidó y la Asamblea Nacional es muy distinta. Se trata de incrementar la presión sobre el madurismo para forzarlo a aceptar una transición. TIAR, Responsabilidad para Proteger, y mecanismos similares. El propio Borges ha sido capital a la hora de tejer todo esto, pero ahora Capriles lo pone en difícil situación ante el resto de la oposición.

Buena parte del destino de Venezuela se juega afuera. Al final del día, la aventura nacionalista de Chávez terminó en la entrega de la soberanía a quienes mueven los hilos del mundo. Arrojarse en brazos de Irán, Rusia y China tiene sus consecuencias. Los venezolanos no son más que un peón más en el tablero geopolítico. Esto obligó a la oposición a buscar un padrino igual de poderoso, en este caso Estados Unidos y la Unión Europea. Nada de esto significa que la movilización interna y la operación política in situ no sea determinante. No es lo uno ni lo otro sino ambos. En casa, Guaidó sigue movilizando y operando. Junto a él, políticos muy experimentados como Henry Ramos, Manuel Rosales y otros más que garantizan el apoyo de sus maquinarias populares.

En cualquier caso, el destino de Venezuela se está jugando en las distancias cortas. La pandemia, las elecciones en Estados Unidos y las parlamentarias convocadas por Maduro más no reconocidas por la mayoría de la oposición son factores que pueden cambiar cualquier estrategia.