Por muy fuerte que pueda parecer, en alguna etapa de su historia todo régimen termina indeclinablemente por desaparecer o disolverse.
Así fue con el poderoso imperio Romano, Otomano, al austro húngaro. Así le ocurrió a la poderosa Unión Soviética, al aparentemente invencible gobierno de Sudáfrica, a las dictaduras del cono Sur.
Que aún no se haya terminado de disolver el castrismo es cuestión de tiempo, quizá no falte mucho, porque ya Raúl está en sus estertores y, sin él vivo, Díaz Canel no calza las botas del mando. Allá están al acecho los comandantes militares, que tal vez estarán dispuestos a un acomodo con EEUU, como en Vietnam.
Creer que Maduro va a sobrevivir gracias a su farsa electoral y al engendro jurídico que pomposamente denomina Ley Constitucional Antibloqueo, no es más que un sueño en una noche de verano, porque cada día luce más evidente que no logran movilizar a su gente, para muestra basta con oír el audio, por cierto “políticamente incorrecto”, del Contralor Elvis Amoroso, pidiéndo a sus contralores regionales que hagan lo que sea para que sus empleados se inscriban en el registro electoral y para que todos los “patriotas” salgan a votar en defensa del régimen.
Estos cantos del cisne se harán cada día más frecuentes y muchos en la cúpula no lucen tan convencidos de que sea oportuno medirse en diciembre.
A lo mejor, así no lo veamos aún claramente, estamos entrando de lleno en el crepúsculo de los dioses.
Estos cantos del cisne se harán cada día más frecuentes y muchos en la cúpula no lucen tan convencidos de que sea oportuno medirse en diciembre.A lo mejor, así no lo veamos aún claramente, estamos entrando de lleno en el crepúsculo de los dioses.
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