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martes, 27 de octubre de 2020

¿Cómo es actualmente el Humbolt por dentro y cuánto cuesta hospedarse? Este VIDEO revela toda la verdad (IMAGENES)

El Hotel Humboldt es un símbolo de una Venezuela que ya no existe. Un anhelo de una década donde el país ostentaba poderío, desarrollo urbano y riqueza petrolera. Era otro país. El hotel de lujo lo inauguró el dictador Marcos Pérez Jiménez en 1956, un militar que duró seis años en el poder (1952-58), que murió huido en Alcobendas, España; y cuya obsesión era construir piezas arquitectónicas únicas, de aspiración majestuosa, que pareciesen imposibles sobre el plano y sobre la tierra.

Por Esther Yañez/ Nius 

El Humboldt fue su niño mimado. El caudillo marcó en el calendario 200 días para construirlo y lo culminó en 199. Se lo encargó a un joven y prometedor arquitecto de la época, venezolano estudiado en Harvard que se llamaba Tomás Sanabria. Tenía menos de 30 años y se encargó de la arquitectura del monstruo y del diseño de interiores.

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Os dejo en mi IG TV el vídeo de uno de los reportajes que más os esta gustando y me estáis comentando. Aquí veréis nuestra visita exclusiva al interior del Humboldt, uno de los lugares que más inquietud, curiosidad y morbo despiertan de #Venezuela y que después de más de cinco décadas sin huéspedes está apunto de abrir al público otra vez. El hotel es del Estado y la gestión privada. ¿Que hay dentro? ¿Cómo es? ¿Quién lo visita? ¿Qué ha pasado allí todo este tiempo? A mi madre le gustó mucho este párrafo de mi reportaje escrito sobre el hotel, así que lo usaré aquí a modo de presentación de la sinopsis en su honor, porque mamá no hay más que una y ella se lo merece todo, que me aguanta y me sigue siempre, además, y es mi mayor y mejor crítica : “El edificio es una alegoría esperpéntica de las diferencias de clase que se han acrecentado en Venezuela durante los últimos años de crisis económica. Ver su lujo de Estado duele a muchos que, aunque lo sienten un poco suyo porque la historia no tiene propietario o al menos se plantea su disputa, el derecho de admisión evidente les hace sentirse todavía más pobres y miserables, impotentes de no tener nada salvo hambre mientras esa otra realidad de luces de colores se restriega en su cara sin piedad”. 

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Desde su inauguración en el mes de diciembre de ese año (1956), los 60 metros de altura de esta torre ubicada en la cima de la montaña Waraira Repano (más conocida comúnmente como Ávila), en una orografía de sierra imponente que rodea Caracas, a 2.200 metros de altitud; el hotel de lujo, que se ve imponente desde casi cualquier punto de la capital, ha sufrido los avatares de la historia pasando de manos públicas a privadas y viceversa; y tratando de sobrevivir en una ubicación donde todo se hace más difícil.

“Traer alimentos, línea de teléfono, internet, agua, trabajadores; desplazar cualquier cosa hasta aquí cuesta mucho dinero y mucho esfuerzo. Y una vez que entras ya no hay escapatoria. No puedes salir a comprar una bombilla porque de repente otra se fundió”, explica a este diario Carlos José Salas, gerente actual del hotel.

Resulta paradójico para muchos como hasta este enclave con todas estas dificultades llega la luz, el agua y hasta internet de fibra óptica, cuando los servicios en Venezuela son extremadamente deficitarios, la pobreza en el país caribeño supera el 80% y el 75% de los hospitales públicos reporta no contar con agua corriente a diario.

La única manera de llegar hasta allí arriba es a través del teleférico, que inauguró el propio Pérez Jiménez un año antes de la apertura del cinco estrellas. Desde el principio, el hotel fue concebido desde un punto de vista de estrategia militar. El teleférico permitía movilizar hasta a 800 soldados en una hora para hospedarse en el hotel fortaleza si fuese necesario para defenderse de cualquier atacante. Y desde su cumbre se vigilan dos paisajes completamente diferentes: de un lado, la gran ciudad, Caracas; del otro, las playas del Estado La Guaira, el litoral más cercano a la capital.

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1 comentario:

  1. El Humboldt fue su niño mimado. El caudillo marcó en el calendario 200 días para construirlo y lo culminó en 199. Se lo encargó a un joven y prometedor arquitecto de la época, venezolano estudiado en Harvard que se llamaba Tomás Sanabria. Tenía menos de 30 años y se encargó de la arquitectura del monstruo y del diseño de interiores.

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