El presidente parece pensar en la pandemia de covid-19 como una guerra. En marzo, se refirió a la crisis en desarrollo como una “guerra médica”. En abril, tuiteó que el coronavirus era un “enemigo invisible” que “pronto estaría en retirada”. Y justo este mes se refirió a los proveedores que tratan a los pacientes con coronavirus como “guerreros de la atención médica … que mueren al igual que los soldados se topan con balas”.
Hay cierta validez en la comparación del presidente. Al igual que la guerra, el coronavirus presenta una amenaza que a menudo es invisible para aquellos que están fuera del entorno de batalla. Solo una fracción de lo que experimentan nuestras tropas se transmite al público y, de manera similar, ninguna cobertura noticiosa puede reflejar adecuadamente el dolor que los proveedores de atención médica viven cada día mientras cuidan a las personas afectadas por el coronavirus.
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Pero quizás el elemento común más importante entre covid-19 y la guerra es la angustia mental duradera que enfrentan muchos de sus guerreros. Si el presidente quiere cuidar a quienes luchan en esta batalla viral, debe comenzar asegurándose de que haya recursos disponibles para enfrentar el estrés, la ansiedad y las ramificaciones psicológicas de la pandemia.
Lamentablemente, incluso en tiempos más normales, entre los médicos son elevadas las tasas de suicidio, aproximadamente el doble de la tasa de la población general. Una revisión de la literatura al respecto de 2018 reveló que se estima que entre 300 y 400 médicos se suicidan cada año. Es probable que la experiencia de estar en la primera línea de la lucha contra el covid-19 empeore esto.
Según los datos limitados de otros brotes de enfermedades, hay motivos para preocuparse por el aumento de las tasas de depresión y ansiedad entre los trabajadores de la salud que tratan casos relacionados con el coronavirus. Un estudio realizado en Wuhan, China, mostró altas tasas de síndrome de estrés postraumático entre los sobrevivientes de la enfermedad. La Dra. Lorna Breen, una trabajadora de atención médica de primera línea de EE.UU., se quitó la vida después de recuperarse del coronavirus y sufrir agotamiento al regresar del trabajo en medio de la pandemia. El padre de Breen, que confirmó la muerte de su hija a CNN, también comparó su trabajo como médico de emergencias con una batalla, diciendo: “Ella cayó en las trincheras y fue asesinada por el enemigo en la línea del frente”.
Y el alcance de los efectos traumáticos de esta pandemia en el público en general es desalentador y apenas comienza a entenderse. Todavía no sabemos el efecto que tendrá la pandemia en los niños u otras personas que no tienen el virus pero que son testigos de sus efectos.
Tal como lo vemos después de la guerra, el dolor psicológico y el trauma de esta pandemia perdurarán en los años venideros, mucho después de que se hayan contenido sus estragos iniciales.
¿Por qué, entonces, el presidente, tan decidido a comparar la pandemia con una guerra, no utilizó su plataforma para resaltar la devastación de la salud mental que enfrentan los trabajadores sanitarios, los pacientes y las familias, y que seguirán enfrentando? En cambio, la administración ha hecho un esfuerzo para reducir al mayor pagador de servicios de salud mental en Estados Unidos, Medicaid.
A fines de abril, el Departamento de Defensa dio un paso en la dirección correcta al asociarse con los hospitales NYC Health + y la Asociación de Hospitales del Gran Nueva York para brindar apoyo en salud mental a los trabajadores de primera línea. Es hora de que la administración de Trump se base en este esfuerzo y brinde un apoyo similar a los afectados por el coronavirus en todo el país de una manera significativa que permita a EE.UU. avanzar en la lucha contra la pandemia.
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Al igual que el gobernador Andrew Cuomo, Trump podría instar a las personas a buscar ayuda y trabajar para desestigmatizar la atención de salud mental. Podría dedicar más recursos gubernamentales a la salud mental de emergencia, a las líneas de apoyo de crisis y a las terapias basadas en evidencia que respaldan el tratamiento del Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). O podría asegurarse de que se brinde mayor acceso a los profesionales de la salud mental a los que lo necesitan, incluidos los profesionales de la salud y los residentes más vulnerables de este país que han sufrido desproporcionadamente los embates del covid-19.
Si Trump no toma estas medidas, probablemente tendremos que prepararnos para un tipo diferente de “segunda oleada”: la enfermedad y la muerte que podrían resultar del peaje sicológico y emocional de este virus.
Si Trump no toma estas medidas, probablemente tendremos que prepararnos para un tipo diferente de “segunda oleada”: la enfermedad y la muerte que podrían resultar del peaje sicológico y emocional de este virus.
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