Hoy el juego está trancado.
Eso a pesar de que en 2019 se abrió una pequeña ventana de diálogo, a través de la cual podía verse, muy a lo lejos y hasta bastante difusa, una solución al conflicto que por más de 20 años ha arrasado la sociedad venezolana y acabó con la economía.
El golpe parlamentario del 5 de enero le añadió un nuevo escenario a la ya difícil situación, porque el oficialismo pretendió adueñarse con dinero y represión del Parlamento.
Eso por supuesto que tiene un fin más allá del juego político, porque requieren de la Asamblea Nacional para darle legalidad a las decisiones que están tomando, que en su mayoría buscan un salvavidas financiero ante el cerco internacional.
Como consecuencia lógica, la oposición dirigida por Juan Guaidó desechó cualquier reactivación del mecanismo de diálogo, en el marco del mecanismo de Noruega.
Es imposible conversar con un sector político que solo busca ganar tiempo y burlarse de la mayoría de los venezolanos que quieren una salida.
En este momento no hay soluciones a la vista.
El régimen, impulsado por los radicales, sigue jugando al colapso final del país y la desaparición de la oposición.
Mientras que la oposición busca una nueva estrategia, que permita alcanzar más que el cese de la usurpación, la salvación de una nación herida de muerte.
Lo lamentable es que miles de venezolanos retomaron su interés por emigrar, porque no se avizora una transición.
Lo trágico es que cientos de miles de venezolanos están atrapados y agobiados por los problemas, en un país sitiado y hastiado por un conflicto interno y externo.
En definitiva, el juego se trancó en Venezuela.
El régimen, impulsado por los radicales, sigue jugando al colapso final del país y la desaparición de la oposición. Mientras que la oposición busca una nueva estrategia, que permita alcanzar más que el cese de la usurpación, la salvación de una nación herida de muerte. Lo lamentable es que miles de venezolanos retomaron su interés por emigrar, porque no se avizora una transición.
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