BOGOTÁ (COLOMBIA), 12/09/2019. Iván Duque en Bogotá. EFE/Mauricio Dueñas Castañeda
¿Qué pasaría si la región y el mundo neciamente siguen optando por las vías diplomáticas para intentar resolver el caso venezolano? ¿Qué pasaría si continúan rechazando, en su mayoría, la alternativa de la fuerza? Nada de ello altera la realidad. Y eso lo sabe muy bien Colombia, afortunadamente.
La región podrá seguir jugando al apaciguamiento con un régimen criminal y de pretensiones expansionistas (me refiero, también, a Cuba) pero, ¿qué hará cuando invadan Polonia o mueran más kosovares? ¿Qué hará cuando ocurra lo inminente, cuando la realidad sea simplemente insostenible? Suenan los tambores, que los malos ya probarán su blitzkrieg.
En este caso Polonia es Colombia y se expone a una desestabilización demográfica y económica que ningún país podría aguantar; pero, además, ya todos sabemos gracias a la revista Semana que existe un proyecto para desequilibrar a la sociedad y al Estado colombiano por la vía de atentados precisos.
Ante esa realidad —nuevamente, ineludible y que siempre se impondrá—, hemos visto ciertos gestos del Gobierno colombiano que hablan de una voluntad de preparación ante la eventual utilización de la fuerza y el conflicto.
Iván Duque, quien ha encabezado los esfuerzos regionales por llevar a la dictadura chavista a la Corte Penal Internacional, lleva meses asomando muy bien su disposición de confrontar en todos los terrenos al régimen de Nicolás Maduro y su ánimo de amparar grupos terroristas colombianos. En mayo de este año, fue el colombiano el que invitó «a Guaidó a facilitar la captura de miembros del Ejército de Liberación Nacional en Venezuela».
¿Qué pasaría si la región y el mundo neciamente siguen optando por las vías diplomáticas para intentar resolver el caso venezolano? ¿Qué pasaría si continúan rechazando, en su mayoría, la alternativa de la fuerza? Nada de ello altera la realidad. Y eso lo sabe muy bien Colombia, afortunadamente.
La región podrá seguir jugando al apaciguamiento con un régimen criminal y de pretensiones expansionistas (me refiero, también, a Cuba) pero, ¿qué hará cuando invadan Polonia o mueran más kosovares? ¿Qué hará cuando ocurra lo inminente, cuando la realidad sea simplemente insostenible? Suenan los tambores, que los malos ya probarán su blitzkrieg.
En este caso Polonia es Colombia y se expone a una desestabilización demográfica y económica que ningún país podría aguantar; pero, además, ya todos sabemos gracias a la revista Semana que existe un proyecto para desequilibrar a la sociedad y al Estado colombiano por la vía de atentados precisos.
Ante esa realidad —nuevamente, ineludible y que siempre se impondrá—, hemos visto ciertos gestos del Gobierno colombiano que hablan de una voluntad de preparación ante la eventual utilización de la fuerza y el conflicto.
Iván Duque, quien ha encabezado los esfuerzos regionales por llevar a la dictadura chavista a la Corte Penal Internacional, lleva meses asomando muy bien su disposición de confrontar en todos los terrenos al régimen de Nicolás Maduro y su ánimo de amparar grupos terroristas colombianos. En mayo de este año, fue el colombiano el que invitó «a Guaidó a facilitar la captura de miembros del Ejército de Liberación Nacional en Venezuela».
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Asimismo, Duque ha venido solicitando «hacer valer» la herramienta de la Resolución 1373 de las Naciones Unidas frente al hecho de que Venezuela es hoy santuario de terroristas. Como detalle notable, en medio de una narrativa que se ha venido construyendo, vale señalar que como embajador ante las Naciones Unidas el Gobierno de Duque designó en octubre del año pasado a Guillermo Fernández de Soto, el mismo que en septiembre de 2001, cuando se aprobó la Resolución sobre el terrorismo, estaba en el Consejo de Seguridad. Dicha resolución es severa ante los Estados que pretenden cobijar a estas asociaciones criminales.
Ha sido Duque, también, uno de los más enérgicos promotores de la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca en la Organización de Estados Americanos con respecto al caso venezolano. El discurso del canciller Carlos Holmes Trujillo de esta semana demostró cuán en serio se toma Colombia la amenaza que representa Venezuela como paraíso de criminales.
Asimismo, Duque ha venido solicitando «hacer valer» la herramienta de la Resolución 1373 de las Naciones Unidas frente al hecho de que Venezuela es hoy santuario de terroristas. Como detalle notable, en medio de una narrativa que se ha venido construyendo, vale señalar que como embajador ante las Naciones Unidas el Gobierno de Duque designó en octubre del año pasado a Guillermo Fernández de Soto, el mismo que en septiembre de 2001, cuando se aprobó la Resolución sobre el terrorismo, estaba en el Consejo de Seguridad. Dicha resolución es severa ante los Estados que pretenden cobijar a estas asociaciones criminales.
Ha sido Duque, también, uno de los más enérgicos promotores de la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca en la Organización de Estados Americanos con respecto al caso venezolano. El discurso del canciller Carlos Holmes Trujillo de esta semana demostró cuán en serio se toma Colombia la amenaza que representa Venezuela como paraíso de criminales.
Ha sido Duque, también, uno de los más enérgicos promotores de la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca en la Organización de Estados Americanos con respecto al caso venezolano. El discurso del canciller Carlos Holmes Trujillo de esta semana demostró cuán en serio se toma Colombia la amenaza que representa Venezuela como paraíso de criminales.
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