Las caras de la crisis económica que golpea a diario a Venezuela. Las elecciones presidenciales de mañana no han prendido entre los venezolanos, más preocupados de la hiperinflación y la escasez de hace años.
Con diferencias mínimas, empresarios, políticos, meseros, taxistas, jubilados, desempleados, recurren al mismo ejemplo para graficar la crisis económica, alimentaria y humana que vive Venezuela: el sueldo mínimo alcanza para comprar entre 700 gramos y un kilo de carne.
El Presidente Nicolás Maduro -que mañana va por la reelección en un proceso desconocido por la comunidad internacional- anunció el 30 de abril pasado que el salario mínimo subía a 2.555.500 bolívares. Era el tercer aumento de este año y el noveno desde 2017, y reflejo de una parte grande del drama diario que viven los venezolanos desde que la crisis comenzó hace cuatro años: salir a buscar comida, remedios, productos básicos y no encontrarlos; salir a buscar, encontrar y no tener cómo pagar porque la hiperinflación -proyectada por el FMI para 2018 en 13.864%- diluye el dinero; salir a buscar, encontrar y no poder comprar porque el efectivo escasea como el arroz, el aceite o la harina.
Para comprender esta situación hay que saber que el mercado cambiario en Venezuela está intervenido y distorsionado con tasas oficiales y un mercado negro que se dispara diariamente. Mientras el sueldo mínimo, a la tasa oficial, equivale a unos US$ 37, al cambio paralelo ronda los US$ 3.
Así, por ejemplo, una Coca-Cola de dos litros y un paquete de galletas en un supermercado Gama cuestan 792.499 bolívares, que pagados con una tarjeta de crédito de Chile, al cambio oficial, equivale a US$ 11,35. Lo más conveniente es cambiar bolívares por dólares en el mercado paralelo, pero ya casi no circula efectivo y la mayoría de las transacciones son electrónicas. Pero esa es una fracción menor del drama.
La salud
Josefina de Mendoza tiene 64 años y unas várices que la obligan a tomar pastillas a diario, remedios que no encuentra hace meses y que reemplazó por homeopatía. "Este es un país católico. Dios está allá arriba y en algún momento nos escuchará", dice Josefina a la entrada de la farmacia San Andrés, al este de Chacao. A su espalda, los estantes vacíos muestran un problema mayor: no hay insulina, ni antibióticos, ni antipiréticos.
La situación se repite en otras tiendas. "Desde febrero que no hay insulina y los antibióticos desaparecieron en enero", dice Andrés Alvarado, vendedor en la sucursal de Farmatodo de Los Palos Grandes. La cadena de farmacias más grande y mejor abastecida del país luce estantes llenos, pero los números muestran el problema: la única marca de desodorante cuesta 950 mil bolívares ("antes del primero de mayo costaba 180 mil", dice un señor que pone un desodorante en su canasto), la pasta de dientes Colgate, 668 mil ("antes estaba a 120 mil"), Migren, un remedio para el dolor de cabeza, 875 mil.
Pero el drama de salud se multiplica en todo el país. La última Encuesta Nacional de Hospitales 2018, realizada por la ONG Médicos por la Salud y la Asamblea Nacional en 104 hospitales públicos y 33 privados, mostró que el 79% no tiene agua, el 14% de las salas de cuidados intensivos cerró, y escasean implementos básicos como catéteres y alimentos infantiles.
En abril pasado, los medios locales e internacionales difundieron una protesta frente al Ministerio de Salud por la falta de antirretrovirales en el país.
El panorama no mejora al viajar del oeste al este de la ciudad, a zonas más populares, de mercados, ferias y "bachaqueo".
En el camino
Las calles despejadas de Caracas son una rareza impensada hace cuatro años. Ahora son reales. Las avenidas Miranda y Fajardo, que cruzan la ciudad, están despejadas. Jesús Apaza, taxista, explica: "No hay repuestos para los vehículos, los que hay son caros, y hay menos gente". De acuerdo con estudios privados, entre 3,2 y 3,3 millones de venezolanos han dejado el país desde que el chavismo llegó el poder en 1999, especialmente los últimos cuatro años.
Un neumático nuevo, aro 13, puede costar entre 48 y 55 millones de bolívares, y el cambio de aceite para un auto de cuatro cilindros, con filtro y mano de obra, puede costar 32 millones bolívares. Las micros de locomoción colectiva escasean por la falta de repuestos y porque son caras de mantener: la mayoría son particulares y el pasaje está fijado en 2 mil bolívares.
Leer mas: http://diario.elmercurio.com/2018/05/19/internacional/internacional/noticias/C7A4E0BE-BD26-444D-B9A1-D8FBAF45B5D0.htm
Para comprender esta situación hay que saber que el mercado cambiario en Venezuela está intervenido y distorsionado con tasas oficiales y un mercado negro que se dispara diariamente. Mientras el sueldo mínimo, a la tasa oficial, equivale a unos US$ 37, al cambio paralelo ronda los US$ 3. Así, por ejemplo, una Coca-Cola de dos litros y un paquete de galletas en un supermercado Gama cuestan 792.499 bolívares, que pagados con una tarjeta de crédito de Chile, al cambio oficial, equivale a US$ 11,35. Lo más conveniente es cambiar bolívares por dólares en el mercado paralelo, pero ya casi no circula efectivo y la mayoría de las transacciones son electrónicas. Pero esa es una fracción menor del drama.
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