"Ya la gente no vota porque sabe que eso es una trampa. Si tuviéramos la esperanza de que esto va cambiar, la gente no migrara", dijo Guarate, de 35 años, acurrucado junto a las maletas en una calle donde varios cientos de personas habían dormido esta semana.
A pesar de la proximidad de los comicios, los venezolanos siguen acudiendo en masa a ciudades fronterizas como San Antonio, huyendo de un país donde el salario mínimo mensual puede, en el mejor de los casos, comprar unos pocos kilos de arroz.
Sentado en una acera cerca de la frontera de Venezuela con Colombia, Deiver Guarate, un obrero de la construcción, cree que las elecciones venezolanas de estedomingo ya se definieron a favor del presidente Nicolás Maduro, y no piensa estar en el país para cuando anuncien los resultados.
Incapaz de cubrir incluso los gastos más básicos en medio de la hiperinflación, Guarate estaba en el proceso de migrar a Colombia, pero tuvo que pasar la noche en la calle mientras esperaba que las abrumadas autoridades migratorias venezolanas le sellaran su pasaporte.
"Ya la gente no vota porque sabe que eso es una trampa. Si tuviéramos la esperanza de que esto va cambiar, la gente no migrara", dijo Guarate, de 35 años, acurrucado junto a las maletas en una calle donde varios cientos de personas habían dormido esta semana.
"La situación en Venezuela es crítica", dijo Guarate, quien aseguró que su abuela murió el año pasado por problemas renales y porque la familia no pudo conseguir los medicamentos para su tratamiento por la escasez de medicinas.
La oposición de Venezuela ha pedido a sus partidarios que se abstengan de votar este domingo porque consideran la jornada como un fraude, y decenas de miles de inmigrantes son tan escépticos sobre las elecciones que prefieren dejar el país antes que esperar en vano un cambio de gobierno.
A pesar de la proximidad de los comicios, los venezolanos siguen acudiendo en masa a ciudades fronterizas como San Antonio, donde los ansiosos emigrantes empujan sus maletas por calles atestadas de vendedores informales y bajo un sofocante sol, huyendo de un país donde el salario mínimo mensual puede, en el mejor de los casos, comprar unos pocos kilos de arroz.
El candidato Henri Falcón, que rompió con el boicot opositor para enfrentar Maduro, insiste en que una masiva participación de los venezolanos descontentos provocaría un cambio.
Pero muchos escépticos en la oposición creen que Falcón está legitimando un proceso amañado, que los gobiernos de todo el mundo, incluido el de Estados Unidos y vecinos latinoamericanos, han condenado.
Maduro, quien insiste en que las elecciones son libres y justas, advirtió a los migrantes que enfrentarán circunstancias difíciles en el extranjero y lamentó que algunos estén ahora "limpiando pocetas (inodoros)".
Dice que la situación del país es el resultado de una "guerra económica" dirigida por sus adversarios respaldados por Washington y ha prometido que en su próximo mandato acabará con líderes empresariales a los que señala de provocar la inflación aumentando arbitrariamente los precios.
El Ministerio de Información no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios sobre la situación de los migrantes.
"Sabemos lo que viene". Maduro lanzó en abril un plan llamado "De vuelta a la Patria" con el propósito de recaudar dinero para venezolanos que vendieron sus posesiones para emigrar y ahora quieren volver.
Pero en San Antonio, donde los migrantes llevan bolsas raídas con sus pertenencias, no creen que el gobierno los ayudaría o que el voto sea una oportunidad para el cambio.
"La situación de verdad es demasiado difícil, la plata no alcanza para nada, no hay medicamentos", dijo Alejandro Lugo, de 25 años, un guardaespaldas que planeaba instalarse en Bogotá.
"Este domingo hay elecciones, todos sabemos qué es lo que viene, los resultados ya los saben", agregó.
La frontera se cierra durante el fin de semana como medida de seguridad durante las elecciones, dijo este viernes el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, lo que significa que los migrantes tendrán que esperar hasta este lunes para cruzar o cortar a través de decenas de caminos ilegales por el paisaje andino tropical.
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A pesar de la proximidad de los comicios, los venezolanos siguen acudiendo en masa a ciudades fronterizas como San Antonio, donde los ansiosos emigrantes empujan sus maletas por calles atestadas de vendedores informales y bajo un sofocante sol, huyendo de un país donde el salario mínimo mensual puede, en el mejor de los casos, comprar unos pocos kilos de arroz.
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