Los venezolanos se han quedado sin alternativas en sus esfuerzos por escapar del autoritarismo. La oposición ha intentado todo lo ya conocido para restaurar la democracia. Nada ha funcionado. Cada día que pasa, el régimen se vuelve más autoritario.
Sin embargo, hoy los venezolanos tendrán otra oportunidad. El gobierno está permitiendo que haya elecciones presidenciales. Algunas personas en la oposición han llamado al abstencionismo. Es comprensible, pero resulta un desperdicio. Al no votar, la oposición desperdiciará la única oportunidad en años de poner fin a esta dictadura.
La invitación a la abstención se basa en un hecho aceptado: las elecciones son una farsa. Todo el mundo lo sabe. Las reglas, si se les puede llamar así a lo que existe en esta cleptocracia, favorecen de manera descarada al gobernante de turno, el Presidente Nicolás Maduro.
En circunstancias normales, lo digno sería quedarse en casa hoy. Pero estas no son circunstancias normales. Los venezolanos en realidad no tienen opciones para contener al régimen, porque al tener opciones, se da por hecho que hay alternativas. A estas alturas, no hay nada que pueda detener el autoritarismo de Maduro.
Para entender la falta de opciones en Venezuela, es útil revisar los factores que los politólogos han analizado como posibles causas de la caída de un régimen autoritario. Varían de las menos a las más potencialmente exitosas. En Venezuela, hasta aquello con mayores probabilidades de tener éxito es improbable.
Comencemos con la economía. Muchos venezolanos piensan que la cada vez más grave crisis económica derrocará a la dictadura; sin embargo, los dictadores rara vez caen ante la presión económica. De hecho, tienden a sobrevivir a la recesión económica y la usan como excusa para ser todavía más represivos. Esta es una de las razones por las que las sanciones económicas son poco eficaces, en general, para provocar un cambio de régimen. El régimen venezolano ya ha sobrevivido cinco años de contracción económica, bajo sanciones externas cada vez mayores.
Las insurrecciones civiles funcionan mejor que la presión económica para poner fin a las dictaduras, pero solo si el Estado no está dispuesto a reprimirlas; lo que no sucede en Venezuela. Desde 2001, el gobierno ha reprimido las principales olas de protestas, las más recientes en 2017, en las que perdieron la vida más de 150 venezolanos y más de cinco mil fueron enviados a la cárcel, en donde muchos fueron torturados.
Luego están los golpes militares. Tienen mayor probabilidad que las rebeliones de sacar del poder a los líderes autoritarios. Sin embargo, los golpes de Estado en contra de los autócratas se han vuelto cada vez menos frecuentes por una razón: los gobiernos actuales tienen mejores formas de detectar y, por ende, de frustrar los posibles golpes. Incluso, cuando sí ocurren, la mayoría de los golpes de Estado contra los autócratas no conducen a la democracia: sustituyen autocracias viejas con autocracias nuevas.
Así que los venezolanos que esperan que la economía, las sanciones en contra del gobierno, las protestas civiles o un golpe militar restauren la democracia podrían estar esperanzados contra toda esperanza.
La pregunta adecuada que hay que hacerse no es si votar es lo ideal, pues realmente no lo es. Deberíamos preguntarnos más bien si votar es mejor que no hacer nada. Para mí, la respuesta es sí. Al no hacer nada, es decir, al optar por la abstención, los venezolanos votarán por Maduro, ya que le darán una victoria fácil. El Presidente se hará más fuerte dentro de su partido, admirado por lograr una victoria en medio del colapso económico. Todo esto servirá para autorizar sus planes de sovietizar a este Estado petrolero en ruinas.
Votar en elecciones amañadas causa dudas serias. ¿Por qué votar si las reglas no son favorables? Esta es una preocupación comprensible. De las once posibles irregularidades previas a unas elecciones, Venezuela ya cometió al menos diez, incluyendo prohibir candidatos y partidos, manipular el calendario electoral para beneficiar al partido gobernante, permitir que las autoridades electorales sean partidistas, no actualizar ni auditar correctamente los registros de electores, condicionar los subsidios de bienestar social al voto por el gobierno y amenazar con verificar la identidad de los votantes.
Entonces, ¿para qué votar? La respuesta está en las urnas. El gobierno es abrumadoramente impopular, ya que Maduro tiene una tasa de desaprobación tan elevada que llega al 70%. Si los índices de abstención en las elecciones son bajos dentro de la oposición, esta tiene una posibilidad.
Incluso si la oposición no gana, puede beneficiarse de una gran participación ciudadana. Cuantos más votos obtenga la oposición, más forzado se verá el régimen ya sea a hacer trampa el día de las elecciones o a reconocer su debilidad electoral, lo que en ambos casos debilitará a Maduro dentro de su movimiento.
Leer mas: http://diario.elmercurio.com/2018/05/20/internacional/internacional/noticias/BB8D3732-BA28-4FCF-B5AE-2B7636177FFD.htm
Deberíamos preguntarnos más bien si votar es mejor que no hacer nada. Para mí, la respuesta es sí. Al no hacer nada, es decir, al optar por la abstención, los venezolanos votarán por Maduro, ya que le darán una victoria fácil. El Presidente se hará más fuerte dentro de su partido, admirado por lograr una victoria en medio del colapso económico. Todo esto servirá para autorizar sus planes de sovietizar a este Estado petrolero en ruinas.
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