"Es una lástima que Maduro no tenga frente a si una oposición consolidada, eso podría hacer la diferencia", comenta el sociólogo Amalio Belmonte en su análisis del panorama electoral - Fotos: Anthony AsCer Aparicio - Contrapunto
Dicha "fractura", explicó el académico, nació de la propuesta de un grupo de opositores de vender la idea de que solo con protestas de calle se lograría un cambio político en el país. De ese grupo destacó fundamentalmente a Soy Venezuela –alianza dirigida por María Corina Machado–, a la que calificó como "abstencionismo militante", y criticó por no presentar una vía de ruta que se complemente con la no participación en las elecciones.
—¿Entonces, considera usted que hay una crisis de liderazgo dentro de la oposición venezolana?
—Sí, la oposición venezolana tiene un problema que más que una crisis de liderazgo, es una suerte de inconsistencia, de incoherencia, en cuanto al desarrollo de una política que tiene la oposición que yo he denominado "Plan de Destrucción Mutua", una especie de guerra civil incruenta en el seno de la oposición, que ha producido que los propios líderes se traten de anular entre los partidarios de ellos o entre sí.
Capriles, por ejemplo, asumió un liderazgo muy importante y llevó a cabo una agenda que fortaleció a la oposición. Estuvo casi a punto de ganarle a Maduro (algunos piensan que ganó). Eso consolidó un liderazgo muy importante, quizás el de mayor fuerza que ha tenido la oposición. Pero como suele ocurrir, nadie sabe por qué –habrá que buscar un psiquiatra–, cada vez que la oposición tiene un logro, inmediatamente se desarrolla una suerte de autodestrucción en la que ese avance tiende a disminuirse. Eso hace que los liderazgos tiendan a anularse entre sí.
—¿Por qué ocurre eso? ¿Por qué no logra la oposición venezolana capitalizar sus avances como lo hace el chavismo?
—Es una buena pregunta. Yo siempre hago el contraste que frente a esta situación de destrucción mutua, en el seno de la oposición, el gobierno se ha cuidado de no evidenciar sus diferencias, que tiene que tenerlas, y las procesan de forma racional. El objetivo fundamental de ellos, que es conservar el poder, anula cualquier intento de división, fractura o conflictos. Ellos entienden muy claro que su objetivo es mantener el poder a como dé lugar y, para eso, por mucho que sean minoría, tienen que ser consistentes.
Frente a los triunfos de la oposición, el gobierno retrocede, se reagrupa, esperando que haya un error (de la oposición), y ciertamente lo aprovecha. Luego hace algo inadmisible que es usar el peso del aparato gubernamental para judicializar la vida política y con esto descalificar e inhabilitar los líderes que puedan emerger.
—¿Por qué cree que después de las protestas del año 2017, la oposición quedó desmovilizada?
—No es fácil responder esta pregunta. Yo lo atribuyo a que la movilización tuvo como defecto que no estaba vinculada a un proyecto de aliento más largo. Se agotó en sí misma, parecía que era lo único, todo se reducía a tratar de movilizar la calle y algunos creían que eso era suficiente para que el gobierno renunciara o convocara elecciones urgentes. Eso no suele ocurrir.
Frente a una emotividad tan cargada como lo fueron las movilizaciones, no se hizo evaluación de la correspondiente: las movilizaciones por muy impactantes que sean, no tienen la capacidad movilizadora que tienen las elecciones. Entonces comenzó a darse un debate en el seno de la oposición según el cual la expresión "calle, calle, calle" era lo único, y disminuyeron en el propio universo opositor la posibilidad de las elecciones.
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