Las migraciones también cuenta con una
regulación internacional sustantiva, parte de ella tiene que ver con los
seres humanos que migran cuando su vida está en peligro, entre otras,
por razones políticas, religiosas o de género; y reciben el nombre de
refugiados, objeto de atención de la Organización de las Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR), que recientemente ha destacado que el
mundo: “está siendo testigo del mayor número de desplazamientos de
los que se tienen constancia. Una cantidad sin precedentes de 65,6
millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares a
causa del conflicto y la persecución a finales de 2016”
Nuestra región no ha enfrentado crisis
de refugiados masivos, si lo comparamos con situaciones que han
enfrentado algunos países de África o Asia; empero, el tema no ha estado
ausente, y en nuestro país hemos recibido un número importante de
refugiados producto del conflicto armado colombiano, al punto de
requerir del apoyo de la ACNUR. Por otra parte, unos años atrás tuvimos
el privilegio de recibir un buen número de exilados políticos producto
de las brutales dictaduras militares latinoamericanas, en especial, de
los países del cono sur.
Adicionalmente, producto del boom
petrolero nos convertimos en polo de atracción de migrantes de la
región, que buscaban mejores condiciones de vida; ahora bien, en esa
oportunidad, el país asumió una actitud poco solidaria; de hecho, se
adoptaron restricciones, como la solicitud de visa para los países de la
región, procedimiento que progresivamente fue minado por la corrupción,
de tal forma que los honestos no podían entrar, pero los ilegales
encontraban facilidades por la vía ilícita.
Para complicar el tema, en los últimos
años las migraciones se han cargado de una gran violencia en el mundo,
particularmente en Europa. La creciente violación de los derechos
humanos de muchos gobiernos autoritarios del tercer mundo, así como la
pobreza en esos países, han estimulado constantes migraciones. Muchos
países ricos han sido receptivos, incluso han logrado beneficios con el
ingreso de tales migraciones; empero, la situación está cambiando, y el
rechazo a la migración, particularmente musulmana, se está convirtiendo
en una bandera política de alta sensibilidad.
El rechazo a la migración no es un tema
baladí, pues al crecer el número de migrantes, crecen los problemas en
los países anfitriones, tanto de seguridad, como en aspectos sociales;
de tal forma que los nacionales tienden a identificar al migrante como
una amenaza. Otro aspecto explosivo en Europa, tiene que ver con las
actuaciones terroristas que se han incrementado y, que en algunos casos
de forma simplista, se asocia con los migrantes.
El colosal fracaso de la revolución
bolivariana y su creciente autoritarismo ha generado una progresiva
migración de venezolanos al mundo y en particular a los países de la
región. Algunos estudiosos identifican unas cuatro oleadas de migrantes
venezolanos. La primera, vinculada con los expulsados de PDVSA, la
segunda con venezolanos con recursos financieros interesados en invertir
en países con estabilidad y seguridad jurídica; luego, la creciente de
oleada de profesionales buscando mejores condiciones de vida y, desde el
2015, encontramos un creciente número de exilados por la crisis
humanitaria del país, pero también crecen los que migran por razones
políticas, que empiezan a temer por su vida al opinar diferente.
La creciente migración de pobreza que
está generando la revolución bolivariana se encuentra con un mundo donde
crece la aporofobia, que tan brillantemente ha trabajado la filósofa
Adela Cortina; es decir, el rechazo a los pobres, pues se identifican
como un problema para el país anfitrión. Adicionalmente, nuestros pobres
están migrando a zonas pobres de los países vecinos lo que complica aún
más la situación. Conviene reconocer que el gobierno de Colombia ha
mantenido una política de puertas abiertas para los migrantes
venezolanos, pero están creciendo los temores, al punto que el Concejo
de Cúcuta está considerando el cierre temporal de la frontera.
Todo pareciera indicar que los gobiernos
de Colombia, Brasil y de algunas islas del Caribe como Trinidad,
deberían buscar el apoyo internacional, entre otros de ACNUR, para
manejar técnicamente el grave problema que se puede generar la pobreza
migrante venezolana, pues la soberbia del proceso bolivariano no da
señales que pueda enmendar los graves errores de su políticas.
http://www.talcualdigital.com/
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