Pobre Venezuela, tan lejos de Dios y tan cerca de la República Popular de China. Después de despedir a un caótico 2016, el gobierno asediado del presidente Nicolás Maduro, en la lona por los bajos precios del petróleo, ha desafiado las expectativas del mercado al honrar de manera meticulosa tanto sus bonos soberanos como los bonos de su petrolera estatal PDVSA. Pagarle 10 mil millones de dólares a Wall Street el año pasado requirió muchos sacrificios por parte de Venezuela: vender o hipotecar activos internacionales y reducir las importaciones casi el 50 por ciento por segundo año consecutivo, lo cual exacerbó la terrible escasez nacional de medicamentos esenciales y alimentos. Sin una repentina recuperación de los precios del petróleo, el 2017 será aún más difícil.
Esa voluntad, casi sobrehumana, de Maduro para seguir pagándole a sus acreedores mucho después de que la mayoría de los países se habrían rendido puede parecer incongruente dada su notoria inclinación anticapitalista; sin embargo, está basada en un cálculo. Al evitar grandes desastres —impagos de la deuda soberana o masacres— el gobierno espera que las disminuciones graduales, por más pronunciadas que sean, no detonen reacciones violentas capaces de derrocarlo. Así que el gobierno opta por hervir a los venezolanos como ranas en la olla proverbial mientras gana tiempo para sobrevivir hasta la elección presidencial de 2018.
Sin embargo, dichas tácticas jamás serían suficientes si no fuera por el apoyo crucial de Pekín, el benefactor oriental del Chavismo. Por más que las irresponsables políticas públicas y el creciente autoritarismo de Maduro hayan aislado a Venezuela internacionalmente y provocado una catástrofe humanitaria; incluso mientras los informes noticiosos exponen fallas y retrasos en los compromisos petroleros de Venezuela con China, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Pekín se ha mantenido firme en su apoyo, brindándole nuevas vías de escape a su régimen. ¿Cómo explicar esa paciencia zen que China tiene con Maduro?
El romance de China con el Chavismo comenzó bajo el gobierno de Hugo Chávez. En 2001, Venezuela fue el primer país hispanoamericano en consolidar una “alianza de desarrollo estratégico” con China, relación que fue ascendida a “alianza estratégica integral” en 2014.
Desde entonces China le ha prestado a Venezuela unos 60 mil millones de dólares (deudas principalmente reembolsada con petróleo), y estableció una compleja operación de financiamiento que abarca más de 600 proyectos de inversión. A cambio, las empresas Chinas han recibido acceso preferencial al mercado venezolano, así como lucrativas concesiones de infraestructura y manufactura. El flujo de los bienes chinos a Venezuela ha crecido exponencialmente; de menos de 100 millones de dólares en 1999 a 5,7 mil millones de dólares en 2014, sin contar ciertas compras gubernamentales como satélites y cargamentos de armas.
Sin embargo, siempre ha habido algo más en esta relación que la afinidad que cualquier potencia necesitada de recursos energéticos podría sentir hacia un país más pequeño pero que cuenta con las reservas de petróleo más grandes del mundo. Ideológicamente, desde el inicio, ambos países estuvieron comprometidos de manera similar con la soberanía nacional y la noción de un orden mundial multipolar sin “intervencionismo imperialista”.
Durante un momento histórico en el que China quería expandir su papel mundial a través de la influencia diplomática, la alianza venezolana le ofreció también una entrada hacía una región donde carecía de lazos culturales e históricos, enclavada en el patio trasero de Estados Unidos —su principal rival geopolítico—, y donde cerca de la mitad de los países aún reconocían formalmente a Taiwán.
Con Venezuela a veces desempeñando el papel de interlocutor, especialmente frente beneficiarios pequeños de sus programas internacionales de subsidios petroleros en Centroamérica y el Caribe, China logró rápidamente convertirse en una potencia regional. Nuevas alianzas estratégicas proliferaron en América Latina junto con organizaciones de inversión y banca diseñadas para excluir a Estados Unidos. Como lo dijo un periódico panameño: “Adiós Tío Sam… hola Tío Chang”. En 2004, China obtuvo el estatus como observador permanente dentro de la Organización de los Estados Americanos, y, con el apoyo de Venezuela y sus aliados, logró bloquear la solicitud de Taiwán, a pesar del apoyo de Estados Unidos y su relativa popularidad regional.
Sin lugar a dudas la relación le ha rendido frutos diplomáticos a China, y la desgastada relación actual entre China y Estados Unidos podría representar una razón convincente para que sigan desarrollando lazos en la región. No obstante, la época de bonanza petrolera venezolana ya quedó en el pasado, y la influencia que todavía perdure con los antiguos “petrocaribeños” en foros como la OEA o las Naciones Unidas se ve cada vez más eclipsada por los crecientes costos en efectivo y críticas internacionales por seguir apoyando a Maduro.
Leer mas: http://www.costadelsolfm.net/2017/02/19/la-salida-del-dragon-por-que-china-deberia-abandonar-a-maduro-a-su-suerte/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario