Desde que Barack Obama anunció el 17 de diciembre que se reducirían las restricciones a los viajes y el comercio entre Estados Unidos y Cuba, una larga fila de abogados, empresarios y asesores financieros se han embarcado hacia la isla.
De la noche a la mañana, el sitio de alquileres residenciales online Airbnb abrió operaciones en La Habana con más de mil habitaciones listadas. Cargill, Chevrolet, Marriott, Visa, American Express, Netflix y Mastercard anunciaron intención de hacer otro tanto y los importadores de habanos dieron entrevistas a CNN sobándose las manos con anticipación. “Esta es la mejor oportunidad de negocios para nosotros después de China”, dijo Frank del Río, CEO de Norwegian Cruise Lines.
Suma y sigue. Más de 200 mujeres y hombres de negocios estadounidenses se reunieron a comienzos de abril en la conferencia Cuba Opportunity Summit en Nueva York, organizada por Nasdaq y Wharton, y ahora que el Departamento de Estado ha anunciado que no hay motivo para mantener a Cuba entre las naciones que amparan el terrorismo, varios bancos se han sumado a la lista. A lo que se suma el apretón de manos que se dieron en Ciudad de Panamá Obama y Raúl Castro este fin de semana, que sacó aplausos y le abrió el apetito a muchos más.
“Estados Unidos no puede seguir siendo prisionero del pasado”, dijo Obama. Y razón tiene. La Guerra Fría terminó hace dos décadas y el embargo económico a Cuba lleva 54 años en vigencia sin haber logrado su objetivo de desestabilizar al régimen.
Pero con todo lo histórico que ha sido el acercamiento del presidente norteamericano a La Habana y la reciprocidad de Raúl Castro hacia la Casa Blanca, la promesa de un puente comercial y económico entre Cuba y Estados Unidos va a seguir siendo una promesa, al menos por un tiempo. El fin del embargo requiere la aprobación del Congreso norteamericano y, por mucho que los congresistas republicanos razonables quieran invadir Cuba con iphones y tarjetas de crédito, es más que probable que no voten a favor de la iniciativa de Obama.
Será necesario además que la isla se abra de verdad a la iniciativa privada y a la inversión extranjera, algo que aun está por verse. Así y todo, la puerta ya está entreabierta y la opinión pública de ambos países está a favor del acercamiento. El acuerdo del 17 de diciembre, además, permite a los ciudadanos estadounidenses viajar libremente a Cuba y enviar más remesas a la isla, lo cual no es menor. Las remesas ya constituyen la mayor fuente de divisas del país y no deja de ser irónico que ese flujo de dólares provenga casi totalmente de los cubanoamericanos, quienes se oponen férreamente al fin del embargo.
Afinar detalles y limar asperezas entre Estados Unidos y Cuba va a tomar años, período en que las constructoras brasileñas, las financieras colombianas, las firmas de telecomunicaciones y de alimentos mexicanas, las empresas de retail chilenas, deberían aprovechar para entrar en el mercado casi virgen de 11 millones de personas que es la isla.
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