Los profesionales que forman a la generación de relevo del país no tienen con qué lograr el fulano "buen vivir" que pregonaba el comandante que dicen es eterno. Los estudiantes apoyan a sus profesores, como es lógico, pero además pelean sus propias reivindicaciones: de qué vale ganarse una beca que te permita estudiar y prepararte sin tener que abandonar las aulas para buscar hacer dinero y comer si lo que el Estado te garantiza son apenas 400 bolívares, cuatro días de comidas. Los trabajadores se suman a las voces deprotesta, reclamando que sus condiciones contractuales no han sido ni tocadas en varios años. Y en general, los rectores exigen que se ajuste el presupuesto universitario que vive reconducido desde hace 7 años, última vez que fue revisado. Mengua por donde lo vean. Pero el gobierno tomó el camino equivocado. El ministro Calzadilla discute aumentos queriendo imponer una nueva relación gobierno-universidades,amenazando la autonomía y reviviendo la ley vetada por el propio Chávez; mientras Nicolás Maduro dice que las casas de estudio navegan en billetes y que "nunca les ha faltado dinero". Vaya desfachatez.
En el fondo pareciera que no se quiere asumir la revisión de los montos porque el Estado no tiene dinero para cumplir nuevos compromisos. Rasparon la olla.
Por eso Rafael Ramírez quiere una nueva deuda china, y Merentes saldrá de gira para buscar inversionistas acambio de bonos. Para un gobierno de espíritu militar, las universidades son prescindibles. Pero el conflicto de la educación superior no solo demuestra el miedo a la academia y al pensamiento crítico sino, además, el profundo hueco fiscal que tiene este gobierno. Y por allí nos caemos todos.
Tal Cual
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