Ante ello, el profesor les propuso a los alumnos hacer un experimento en clase sobre el socialismo. De ahora en adelante, les dijo, todas las notas que obtuvieran de sus evaluaciones, serían promediadas. Todos los alumnos tendrían la misma nota. Nadie sería aplazado, pero nadie tendría sobresaliente (A). Después del primer examen, se promediaron las notas y todos los alumnos sacaron 16 puntos (B). Los estudiantes más preparados estaban descontentos, mientras que los menos preparados estaban felices. En la segunda prueba, los alumnos que estudiaban poco ahora estudiaron menos y los mejores decidieron no estudiar tanto, pues no iban a obtener sobresaliente.
El promedio de la segunda prueba fue de 12 (D). Nadie estuvo contento. Pero cuando se llevó a cabo la tercera prueba, el promedio de notas fue de ocho puntos (E).Todos estaban aplazados. Las notas nunca mejoraron de allí en adelante. Los estudiantes se peleaban entre sí culpándose los unos a los otros de las malas notas. Nadie estaba dispuesto a estudiar más para que otros se beneficiaran sin esforzarse. Para asombro general, todos los alumnos perdieron la materia.
El profesor, al final, solo les hizo ver cuál era la razón del fracaso del socialismo en todas sus experiencias reales: el ser humano solo está dispuesto a sacrificarse trabajando duro cuando la recompensa es atractiva y justa al esfuerzo realizado. Pero cuando desaparece ese incentivo nadie hace el sacrificio necesario para lograr la excelencia. El fracaso entonces es general. Por esa razón Winston Churchill expresó que el socialismo es la filosofía del fracaso, el credo de los ignorantes, la prédica de la envidia y el odio. Su misión es distribuir la pobreza en forma igualitaria. Si no lo creen, estudien las experiencias de la URSS, Corea del Norte, la China de Mao o la Cuba de los Castro, y reflexionen sobre la lamentable situación de la Venezuela chavista, cuyos gobernantes ya están todos aplazados. ¡Cuánta falta nos hace una filosofía del progreso y la justicia social!
La Verdad.com
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