Es buena señal que el Presidente no le quite el ojo a los votos. Si está calculando sus movimientos para llegar de pie al 2012, entonces una parte de su estrategia responde a una cierta naturaleza democrática.
Esa motivación electoral muestra la preferencia (la necesidad según otro cristal) por obtener legitimación. Ciertamente la comunidad internacional exige aprobar el test de las formalidades democráticas. Pero también es requisito interno para expresar simbólicamente algún interés general y preservar la favorable imagen de revolución pacífica. Aun si fuera un falso discurso, el don de las palabras apuntala veracidad a lo mil veces repetido. Se hacen fuerza constitutiva de la realidad, al nutrir a centenares de miles de apoyantes de la hegemonía presidencialista con la prédica de que se liquida una falsa democracia para sustituirla por más inclusión y participación. Pero la retórica continúa transmitiendo el valor de la democracia, así sea desde una enconada rivalidad con la acusada de limitarse a la representatividad.
Son muchos los que en la otra acera están convencidos de pisar el umbral que no pudo pasar la primavera checa o Allende. Forman una franja transversal, todavía inarticulada, que recorre al chavismo, con visiones y aspiraciones que están comenzando a chocar con las vulneraciones a la Constitución Nacional y a la expectativa de justicia social con libertad.
No es descaminado suponer que esa contradicción pueda derivar hacia un escenario donde el más grave problema del país sea el gobierno mismo, incluso para una parte de sus defensores actuales.
Ya es imposible ocultar la cantidad de reclamos, protestas y movilizaciones reivindicativas protagonizadas desde sectores bajo densa influencia roja. El plan de desmantelamiento de los gobiernos locales y regionales, que comenzó por las Juntas Parroquiales como eslabón más débil, está suscitando una soterrada resistencia general. Dentro del pesuvismo hay ruido de piedras. El malestar cunde producto de un gobierno que en vez de cumplir su misión se dedica exclusivamente a recuperar apoyos con medidas populistas y a bloquear salidas alternativas con acciones social, económica y humanamente destructivas.
Todo indica que la alocada carrera presidencial hacia el home no será más que un barrigazo inútil para detener la voluntad de cambiar. La sencilla razón la reveló Tácito en una frase dirigida a un ambicioso aspirante a gobernante único al cual "...todos hubieran creído adecuado para el imperio de no haber sido emperador".
simongar48@gmail.com
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