
En su alocución de Navidad, el rey de España, Felipe VI, usó exactamente esas palabras para definir el período de instauración de la democracia española, iniciado exitosamente en 1975 tras la muerte de Franco. Felipe González, uno de sus principales actores, ha expresado la misma idea con otras palabras en múltiples oportunidades: la transición a la democracia fue posible porque, para cuando se alcanzó el punto culminante del proceso que produjo la Constitución de 1978, los distintos sectores políticos españoles habían aprendido a ser demócratas.
Vistas las tensiones y amenazas a la convivencia en el presente pareciera que muchos españoles han olvidado aquel ejercicio, que tanto bienestar ha permitido a España. El Rey desde su tribuna privilegiada, simplemente, quiso recordárselos.
La experiencia de la transición democrática venezolana, si se concibe como un largo proceso histórico iniciado en 1945, ha requerido y tenido también como elemento constitutivo esos ejercicios colectivos de responsabilidad. De hecho, han sido varios los episodios clave en los que los distintos actores políticos venezolanos han ejercitado de manera coordinada y consensuada su responsabilidad para con el país. Ocurrió en 1945, cuando, a pesar de sus grandes diferencias políticas, sus líderes, entendieron que había que poner fin del régimen gomecista y comenzar a transitar juntos el duro y a veces caótico camino hacia la democracia.
Lo hicieron de nuevo en 1958, antes, durante y después del derrocamiento de Pérez Jiménez. También cuando en 1968, tras las elecciones presidenciales, AD aceptó su derrota por tan solo 28 mil votos y abrió las puertas a una inédita alternabilidad democrática en el gobierno (algo que el chavismo, por ejemplo, se negó a aceptar en 2024, aunque la diferencia de votos era de cuatro millones). Asimismo, apareció esa acción colectiva cuando Rafael Caldera, desde la presidencia, en 1969, inició la política de pacificación que puso fin a las guerrillas.
En los actuales momentos, Venezuela requiere que la responsabilidad colectiva de sus factores políticos se ejercite de nuevo y ponga fin a la larga crisis iniciada desde que, en la infausta noche del 28 de julio de 2024, Nicolás Maduro tomó la decisión de desconocer la voluntad popular que lo había destituido. Agobiado ahora por una flota estadounidense, el régimen chavista juega la carta nacionalista, pero, ocupados con la Navidad, los venezolanos han hecho caso omiso a sus llamados a defender el suelo sagrado de la patria. Tampoco han realizado movimiento alguno sus aliados de América Latina. Maduro está solo dentro y fuera del país.
La salida no es negociar con Trump ni comprar la protección de chinos, rusos o iraníes con petróleo y otras concesiones de recursos naturales. La verdadera forma de desenredar esto es que cada organización, grupo o individualidad política venezolana asuma y actúe de forma responsable ante los venezolanos. Maduro y su claque, además de ilegítimos y corruptos, son incapaces de solventar cualquier problema en Venezuela. Ni la educación, ni la salud, ni la crisis económica y financiera, ni la seguridad ciudadana, ni el narcotráfico, ni nada.
Su responsabilidad, si la asumieran, es apartarse. Retrotraer la situación a julio de 2024 y hacerse a un lado para que Edmundo González Urrutia, el presidente legítima y abrumadoramente electo por los venezolanos, asuma la presidencia. Son dos responsabilidades que se entrelazan: la de unos, entender que tienen que apartarse, la de los otros, hacerlo posible, facilitarla. Para ello hay que deslastrarse de ánimos vengativos y ser creativos en la provisión de salidas y garantías a los derrotados.
Otros grupos, los minoritarios, pues tienen la responsabilidad que les toca en función a su peso político. Como lo definiera sabiamente Pompeyo Márquez: “acompañar al pueblo venezolano en su experiencia”. Si escogen ser opositores, o si simplemente no son llamados a formar parte del gobierno, desempeñar su función de manera leal con la nueva democracia.
Si Maduro continúa aferrado al poder que no le pertenece, más tarde o más temprano, reinará la violencia, otros cobraran en sangre y concesiones su participación y él será el único responsable.

