Las dos Venezuelas, la de mi papá y la mía, se acabaron, no existen más. Esta estremecedora aseveración es de Alberto Rial en su libro Amaneció temprano: Historias de dos Venezuelas. De acuerdo con diferentes indicadores, en el siglo XX nuestro país tuvo un crecimiento pujante durante el período 1950-1975. Posteriormente se produjo un declive gradual hasta 1999, fecha a partir de la cual se inició una caída vertiginosa. Podemos apreciar estas etapas a través de la narración de Rial sobre las oportunidades que tuvo su padre inmigrante y de sus propias vivencias. Además, el autor aporta valiosas recomendaciones sobre los cambios necesarios para que pueda renacer una mejor Venezuela.
Alberto Rial padre emigró de España a Venezuela en 1950, después de pasar siete años presos durante la dictadura de Franco y sufrir las dificultades económicas de esos tiempos. De cajero y vendedor de libros y papelería, llegó a graduarse en la UCV, ser un destacado intelectual que hizo valiosos aportes al periodismo y al teatro. Era una Venezuela que ofrecía muchas oportunidades.
Alberto Rial hijo dedica la mayor parte de su libro a mencionar sus experiencias de descendiente de inmigrante que tuvo oportunidades que incluyen graduarse de geofísico en la UCV, realizar una maestría en gerencia en el Massachusetts Institute of Technology, desarrollar una exitosa carrera en la industria petrolera y realizar aportes al estudio de la cultura en el desarrollo de los pueblos y fundamentalmente en el nuestro. Así mismo, las dificultades que él y la mayoría de los venezolanos hemos tenido durante las dos últimas décadas.
En narración amena, nos hace partícipes de su etapa de medio hippie, corta militancia en la Juventud Comunista e ingreso a la industria petrolera transnacional y después estatizada, lo que significó el despojo de muchos prejuicios azuzados por una tradición familiar de izquierda y por un discurso antiimperialista en la calle, el liceo y la universidad. Rial reconoce que en PDVSA existía el valor de la meritocracia y una cultura en la que se premiaba el logro, destacando las diferencias con los rasgos dominantes de la sociedad venezolana. Señala que el sistema funcionaba, a pesar de unas pocas fallas, la formación de algunos grupos y la excesiva tolerancia con empleados que ameritaban ser despedidos.
Rial, predica y practica los valores ciudadanos. Por eso participó en las protestas del 2002, fue despedido de PDVSA cuando trabajaba contratado y estuvo activo en el referendo revocatorio, en otros eventos y escribiendo artículos. En este libro sostiene que el populismo es endógeno y se alimenta de los valores y creencias del pueblo. Insiste en que se requiere un cambio social en gran escala, que hay que formar una ciudadanía que, entre otras cosas, reconozca que los errores cometidos son responsabilidad de todos y no solo de los políticos. Un ciudadano que verifique las credenciales de honradez y capacidad de los candidatos, que no le estreche la mano a corruptos, que tenga más orientación al logro y menos al poder, que no sea cortoplacista y que no siga buscando un caudillo.
Hoy, como dice Rial, Venezuela se volvió un origen después de muchas décadas de ser un destino. Él está en el exilio, junto con unos ocho millones de compatriotas. Se acabó la Venezuela del padre de Rial, también la de él y la mía. Me permito añadir que igualmente está a punto de acabar la Venezuela que destruyeron Chávez y Maduro. Tendremos una mucho mejor. ¿Será posible? Sí, hoy contamos con el liderazgo de María Corina, pero eso no es suficiente. Es necesario que todos cambiemos, llevará tiempo y es imprescindible un pacto político que abarque varios períodos con diferentes presidentes, pero con un mismo plan a largo plazo.
Como (había) en botica:
La lamentable muerte de Jesús Manuel Martínez Medina, preso político del régimen por haber sido testigo electoral de Vente Venezuela, es responsabilidad de Maduro y de Tarek Saab.
El régimen puso en libertad, seguramente condicional, a 107 presos políticos, faltan 1.869 que nunca debieron estar encerrados y que otorguen salvoconducto a los seis compatriotas refugiados en la embajada Argentina, ahora bajo la custodia de Brasil.
Lamentamos el fallecimiento de Carmen Llovera de López, compañera de Gente del Petróleo y de Unapetrol.
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!