📌 En 2011, Barack Obama tomó el teléfono y habló directamente con Muamar Gadafi. Para muchos fue un gesto diplomático; en realidad fue la última advertencia. Días después comenzaron los bombardeos, los drones tomaron el cielo libio y el régimen se derrumbó como un castillo de arena. Obama no llamó para negociar: llamó para dejar constancia antes del desenlace.
📌 Catorce años después, otro presidente estadounidense se acerca al mismo punto de inflexión. Según Axios —una de las fuentes mejor conectadas con los círculos de transición— Donald Trump evalúa llamar personalmente a Nicolás Maduro. Reuters reforzó la información con la frase textual de Trump: “I probably would talk to him. I talk to everybody.” Cuando un presidente dice eso, no está tanteando cordialidad: está marcando el momento previo a mover las piezas más serias del tablero.
📍 Y esta vez, el contexto es todavía más pesado que en Libia:
— El Cartel de los Soles fue declarado organización terrorista.
— La presencia militar estadounidense en el Caribe crece con destructores, F-35, drones y misiones de largo alcance.
— Buques rusos fueron repelidos antes de acercarse a la región.
— Marines entrenan puntería y asaltos a minutos de Venezuela.
— El Comando Sur opera como si se estuviera preparando para un escenario mayor.
📣 Mientras el madurocabellismo insiste en negar cualquier riesgo, alrededor se despliega una arquitectura militar que no se activa por capricho. Cuando las potencias mueven recursos de esta magnitud, la diplomacia ya está en fase terminal.
🧠 La historia no se repite al carbón, pero es imposible ignorar el paralelismo. Gadafi también se burló de las sanciones, también negó el peligro, también desestimó los portaaviones que se acercaban. Y también creyó que una llamada presidencial era solo teatro político.
⚠️ Aquí viene lo que más le dolerá al cartel.
Si Trump llama a Maduro, no será un diálogo.
Será un registro. Una constancia.
La última línea antes del movimiento decisivo.
📞 Porque esa llamada —si ocurre— no será realmente entre Trump y Maduro.
Será entre Maduro y un fantasma.
El fantasma de Gadafi.
El último dictador que creyó que Estados Unidos no se atrevería.
El último que pretendía ridiculizar a Occidente mientras el mar se llenaba de acero.
El último que confundió soberbia con protección divina.
Cuando suene el teléfono, Maduro no escuchará una voz del norte.
Escuchará un eco desde 2011: el eco del hombre que creyó que la fuerza de su régimen era suficiente… Hasta que dejó de serlo.
Editorial Amindra

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