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martes, 10 de junio de 2025

¿Inteligencia artificial o simulación de la inteligencia humana?: El pensamiento que la cree necesaria. Promesas y riesgos


Alex Fergusson 

La tecnología, desde sus inicios, ha sido vista como un motor de progreso, capaz de transformar la sociedad, optimizar diversos aspectos de la vida, democratizar las oportunidades y conducirnos por el camino de la felicidad.

Sin embargo, más allá de su potencial para mejorar la vida humana, resolver problemas y crear nuevas oportunidades, tanto en el ámbito individual como en el colectivo, la tecnología que dinamiza el mundo ha estado siempre bajo cuestionamiento: el motor de combustión interna, el nylon y las fibras sintéticas, los agroquímicos y los plásticos, solo para citar lo obvio, han suscitado controversias históricas.

Ahora hace su aparición la denominada Inteligencia Artificial (IA), con el propósito, otra vez, de mejorar la vida humana, especialmente en sectores como la salud, el desempeño profesional, la eficiencia productiva, la educación, la comunicación, la política y la economía, renovando las mismas promesas de antes.  

El debate ahora, se centra en los temas de la ética, la responsabilidad diluida (¿quién es responsable cuando una IA comete un error o causa un daño?), y los riesgos potenciales.

Están en el tapete, pues, las interrogantes acerca de si la automatización impulsada por la IA podría provocar la pérdida de puestos de trabajo en muchos sectores; si los algoritmos de IA pueden contener (deliberadamente o no) sesgos en los datos y causar discriminación; si la recopilación y uso de datos personales para crear los modelos de IA ponen en riesgo la privacidad y la seguridad de las personas;  o si la IA podría estar siendo utilizada para fines maliciosos, como la creación de desinformación o la manipulación social, política o psicológica. 

Están, además, los asuntos respecto a la capacidad de la gente común para entender cómo funcionan los modelos de IA, cómo tomar decisiones respecto a sus productos, o cómo podemos proteger la privacidad de los datos personales utilizados para entrenar la IA y garantizar que las decisiones que toma sean éticamente correctas y seguras.

El problema de fondo en todo este asunto, es que la IA es un invento humano que pretende hacer de las máquinas, algo que no son: INTELIGENTES; es decir, con capacidad la capacidad para razonar, discernir, planificar, resolver problemas o tener ideas complejas, pensar de forma abstracta, comprender, aprender con rapidez y aprender de la experiencia, a partir de bases morales y principios éticos.

La IA depende, además, de tres cosas: el primer lugar, de los algoritmos (programas) diseñados por humanos, para hacer lo que se les pida hacer; segundo, disponer de suficiente información (que debería ser veraz, confiable, verificada), compilada por humanos en las grandes bases de datos (bigdata) para hacer su trabajo; y finalmente, equipos de computación de altísima capacidad, diseñados y construidos por humanos, para poder procesar sin error y a alta velocidad, ese volumen gigantesco de información.

Entonces, ¿la IA es inteligente o es una simulación de la inteligencia humana, hecha por humanos?, de modo que, tomando en cuenta el poco conocimiento que tenemos acerca de cómo funciona el cerebro, la “precaución” debería ser la premisa fundamental respecto a la IA.

Un elemento adicional pero muy relevante a tener en cuenta, es que todo el desarrollo de la IA está en manos de un grupo oligopólico de empresas (denominado: “Los 7 Magníficos”), cuyos propietarios están en el “top ten de los multimillonarios”, con sus socios políticos en los gobiernos más poderosos del planeta.

Al respecto, deberíamos preguntarnos si conocemos y compartimos los principios éticos, los fundamentos morales y los intereses y propósitos que los mueven: ¿serán acaso el bienestar común, el respeto, el amor compasivo, la democracia, la libertad y la justicia, o el lucro, el poder y el control social? 

Así que el debate sobre la IA es inevitablemente complejo y multifacético, por lo que es importante considerar tanto los beneficios potenciales como los riesgos, y desarrollar una regulación ética y legal que asegure su uso responsable y beneficioso para la humanidad.

De lo contrario, lo que podríamos recibir de la IA es: desinformación; el afianzamiento del sesgo o la discriminación por género, estatus socioeconómico, preferencias sexuales, edad, color de piel; la vigilancia y la invasión de la privacidad; el fraude y las violaciones de los derechos humanos, sin entrar en otros escenarios apocalípticos, pues está claro que el uso malicioso de la IA podría socavar la confianza en las instituciones, debilitar la cohesión social y amenazar la democracia misma.

Mientras logramos ese control, estamos recibiendo imágenes falsas que se dan por reales, burbujas de información y estereotipos sociales, facilidades para hacer las tareas sin tener que pensar y sin aprender, conducir autos que pueden ser hackeados, hacer diagnósticos médicos sin médicos, realizar predicciones financieras fraudulentas y estafas, realizar actos ciberterroristas, espiar y hacer ciberbulling, pues la misma inteligencia artificial que se emplea para detectar fraudes informáticos es aprovechada por el cibercrimen para violar nuestra identidad o robar nuestras credenciales de banca online, y los mismos sistemas de reconocimiento facial que se emplean para prevenir delitos pueden suponer una violación de nuestro derecho a la privacidad, como hacen los gobiernos autoritarios.

Como si fuera poco, una de las amenazas más sofisticadas de la IA consiste en las nuevas estrategias de manipulación personalizada. La tecnología de redes neuronales es muy eficiente a la hora de predecir y manipular el comportamiento humano y explotar sus deseos y necesidades, en particular, nuestras opiniones sobre ideas o candidatos políticos. Gracias a Google, las redes sociales y las webs, pueden saber lo que deseamos antes de que nosotros mismos lo sepamos. Hay, pues, un verdadero peligro para nuestra capacidad de decisión autónoma. Y todo eso es todavía perfectamente legal.

Así que lo que me preocupa, como con las armas nucleares, no es la IA sino el pensamiento que las cree necesaria.

https://politikaucab.net/

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