En una peligrosa misión encubierta, el agente D1 de la PDI se infiltró en el Tren de Aragua. No sólo logró engañar a los miembros de la sangrienta banda transnacional, sino también terminó desentrañando un Estado paralelo instaurado, por la vía de la fuerza, en Arica. En su periplo descubrió normas, leyes y hasta un sistema tributario y judicial propios de la célula, con consecuencias fatales para quienes desafiaban su autoridad. D1 logró mapear la organización y revelar sus operaciones que hoy tiene a sus integrantes sometidos al juicio más importante contra el crimen organizado de Chile.
—¿Jura o promete decir la verdad?
—Prometo.
D1 llevaba 12 años en la PDI y nueve en la Brigada Antinarcóticos cuando le tocó la misión más peligrosa de su vida: infiltrarse en el Tren de Aragua. Con una fachada de transportista no sólo logró pasar desapercibido en las entrañas del Cerro Chuño, en Arica, sino también develó la instalación de un Estado paralelo en tierras criollas por parte de Los Gallegos, la célula más mortífera de la organización transnacional con asiento en la frontera norte chilena.
Informes y testimonios del agente encubierto revelan la imposición de un nuevo gobierno, con un sistema tributario y financiero propio, además de normas y leyes que debían ser cumplidas a cabalidad por quienes quedaban bajo el control de la banda venezolana. Si se comprobaba que alguien corría con colores propios y atentaba a los intereses de la organización, el destino era uno: morir en la casa de tortura que ellos mismos erigieron en la cúspide del cerro.
La estela de sangre que dejaron en la ciudad fue evidente: si en 2021 se registraron 26 asesinatos, esa cifra al año siguiente llegó a los 45. Un aumento del 73% que posicionó a Arica como la comuna con peor registro de todo Chile (17,1 homicidios por cada 100 mil habitantes).
Versátil o te mueres
D1 fue bautizado como tal a fines de abril de 2022. Para ese entonces, ya era un avezado en el arte del embuste. Había engañado a narcos peruanos, dominicanos y colombianos. Fue a través de un oficio firmado por la fiscalía de Arica que se le encomendó recopilar antecedentes en terreno. Tal como reveló BBCL Investiga, los primeros indicios de la instalación de la banda venezolana la aportaron, sin querer, dealers chilenos. Intervenciones telefónicas desnudaron el miedo que sentían ante la eventualidad de caer en manos de Los Gallegos. “Son como fantasmas”, se escucha decir a uno de los narcos nacionales. De ahí que el oficial y su superior tomaran la decisión: “Necesitamos introducir un agente encubierto”.
Según develó D1, sus jefes se inclinaron por él por su “capacidad camaleónica” y adaptabilidad. Había que ser versátil, pero también estudiar sociológicamente el entorno para dar con la coartada perfecta.
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