Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

lunes, 21 de mayo de 2018

Las caraotas y las elecciones, por Miro Popic

Todo migrante lleva en su maleta no sólo ropa y fotografías, sino también sabores y aromas que son su principal activo a la hora de establecer un vínculo con lo que dejó atrás. No los lleva frescos ni envasados, no, van en su memoria gustativa y los acompañarán por siempre, por más difícil que sea el nuevo escenario de su transcurrir cotidiano.

Arturo Uslar Pietri, en un documento del 26/01/1988, dice que “cada inmigrante aporta con él, como parte fundamental de su persona, su propia cultura y es la suma y combinación de esos aportes lo que da los elementos para la formación de una identidad nacional que nos conviene conocer de la manera más completa posible para tener una cabal conciencia de nuestro propio ser histórico”. Lo hizo refiriéndose a los que llegaron a esta tierra generosa. Como la salsa que es buena para el pavo también lo es para la pava, este planteamiento vale también para los nuestros, los que se van, que son ya demasiados. Con ellos va, por todo el mundo, nuestra identidad alimentaria, una manera de cocinar propia que se expresa en creencias, pensamientos, ritualidad, sazón, guiso y aliños.

Nos hemos transformado, repentinamente, en emigrantes. Dejamos de ser anfitriones para convertirnos en desplazados. Durante dos siglos Venezuela fue un país donde la gente llegaba y aquí se quedaba, haciendo vida. Desde hace poco más de una década, somos un país de donde la gente se va, los nacidos aquí, especialmente los más jóvenes, gente valiosa, necesaria, útil. El traspaso de fronteras de estos connacionales abarca también las formas de cocinar y las preferencias alimentarias que viajan como equipaje inmaterial de todos ellos, donde, como lo he comprobado, hay que incluir una eterna nostalgia de tequeños.

Muchos de estos venezolanos en el exterior han debido dedicarse a tareas ajenas a su profesión y, con o sin experiencia, han encontrado en el negocio de la comida una buena manera de subsistir honestamente haciendo lo que hacían o veían hacer en sus propios hogares. Es verdad que cientos de profesionales de la cocina egresados de las diferentes escuelas del país están trabajando en restaurantes y hoteles en diferentes partes del mundo, pero son más los ajenos al oficio quienes se han arriesgado con emprendimientos por cuenta propia. Todos ellos, a su manera, se han convertido en los principales exportadores de nuestra cocina y la mejor manera de comprobar que lo están haciendo bien, lo encontré esta semana en el diario El País, de España, en un artículo que habla de las diez cocinas que es preciso conocer y probar alguna vez en la vida. La primera que mencionan es la cocina venezolana. Textualmente dice: “De Venezuela, decíamos, conocemos las arepas y también los tequeños. Aquí, en España, es lo que más abunda. ‘Pero otro plato muy popular allá es el pastel de chucho’, me cuenta Lisbeth Chourio, periodista caraqueña de la revista Madrid Go Out. ‘Es una especie de lasaña, pero en vez de láminas de pasta son capas de plátano macho maduro, que se intercalan con cazón y queso latino. Esto va gratinado y es riquísimo’. Y la cachapa, por lo visto, es otro plato que debemos conocer. ‘Es una tortita de maíz natural y se rellena con queso, paleta de cerdo asado, carne, etc. Y se consume en cualquier zona de Venezuela durante todo los días del año’. Si ya están salivando con solo imaginárselo, anoten”. Y agrega luego una serie de direcciones donde pueden comer a lo venezolano.

Obviamente nuestra cocina es mucho más que lo indicado en esa nota periodística, pero por algo se empieza. El mundo ya sabe que no somos solo unos comedores de arepas, tenemos también otras opciones y es cuestión de tiempo que se vayan haciendo populares en la larga lista de la cocina pública mundial. Lo que me lleva a las caraotas, que era de lo que sería escribir.

A todos nos gustan la caraotas, pero mientras unos las comen dulces, como mi esposa Yolanda, otros las prefieren saladas, como yo. Dulces o saladas, son siempre caraotas y tenemos pasión por ellas. Pasa lo mismo con las elecciones. Unos quieren votar como sea mientras otros quieren hacerlo cuando se den las condiciones. Pero nos gustan. Al menos en eso estamos unidos. Que no se nos olvide eso a partir del lunes 21. Caraotas para todo el mundo, yo pago.

http://talcualdigital.com/

1 comentario:

  1. Anónimo6:43 a.m.

    Nos hemos transformado, repentinamente, en emigrantes. Dejamos de ser anfitriones para convertirnos en desplazados. Durante dos siglos Venezuela fue un país donde la gente llegaba y aquí se quedaba, haciendo vida. Desde hace poco más de una década, somos un país de donde la gente se va, los nacidos aquí, especialmente los más jóvenes, gente valiosa, necesaria, útil. El traspaso de fronteras de estos connacionales abarca también las formas de cocinar y las preferencias alimentarias que viajan como equipaje inmaterial de todos ellos, donde, como lo he comprobado, hay que incluir una eterna nostalgia de tequeños.

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