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miércoles, 21 de marzo de 2018

Qué tiene que hacer Trump para que la Cumbre de las Américas valga la pena Por BEN RADESTORF

El expresidente de Estados Unidos Barack Obama atendió a la Cumbre de las Américas en 2015, convocada en Panamá. Credit Stephen Crowley/The New York Times

La semana pasada la Casa Blanca confirmó que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asistirá a la Cumbre de las Américas que se celebrará el próximo mes en Perú. Al hacerlo, seguirá el ejemplo de todos los presidentes de ese país desde Bill Clinton, quien fue el anfitrión de la primera de esas reuniones, en Miami en 1994. Los predecesores de Trump han abordado la cumbre —que es la única reunión de los jefes de Estado del hemisferio occidental— como una oportunidad obvia de buscar el progreso de los intereses de Estados Unidos en el vecindario.

Sin embargo, a diferencia de los presidentes Clinton, George W. Bush y Barack Obama, Trump irá a la cumbre con una carga adicional considerable, lo que aumenta los riesgos. Su participación podría incluso terminar siendo contraproducente para el objetivo principal de la reunión, que es promover los derechos humanos, la democracia y la diplomacia en el interior del continente americano.

Tal vez la Casa Blanca sea consciente de esto, lo que podría explicar por qué la asistencia de Trump se confirmó hasta hace poco. Para que el viaje del presidente valga la pena —o por lo menos no sea dañino—, el gobierno debería analizar profunda y detalladamente por qué las expectativas en la región son tan bajas.

Las remotas probabilidades de éxito no son del todo culpa de Trump. Las cumbres recientes han quedado mayoritariamente en puntos muertos y no han sido capaces de producir declaraciones de consensos. Además, el gobierno anfitrión es políticamente débil, pues el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, se encuentra combatiendo los esfuerzos por destituirlo debido a cargos de corrupción.

Aun así, el gobierno de Trump debe entender que la credibilidad de Estados Unidos en América Latina se encuentra en un nivel extraordinariamente bajo. La retórica sobre las “drogas”, los “violadores” y “el muro” claramente ha resonado al sur de sus fronteras.

De acuerdo con Gallup, las opiniones sobre Estados Unidos bajo el mando de Trump han caído más en América Latina desde la partida del presidente Obama que en cualquier otra región del mundo. Solo el 16 por ciento de los latinoamericanos aprueba el desempeño de Trump, una tasa incluso menor que la de los latinos en Estados Unidos.

Las relaciones con México sufrieron su revés más reciente cuando una llamada telefónica entre Trump y el presidente Enrique Peña Nieto se descarriló el mes pasado. Por su parte, Brasil es el exportador más afectado por los nuevos aranceles del gobierno estadounidense al acero y otros países de la región seguramente están preocupados por la posibilidad de una guerra comercial global. Además, aunque muchos dirigentes latinoamericanos han preferido responder a la distancia marcada por Trump con la misma moneda, sin duda es posible que se dé un incómodo encuentro con el presidente de Cuba, Raúl Castro.

El desenlace ideal para Estados Unidos sería una cumbre tranquila que siga exactamente el guion. De hecho, esta es una oportunidad para el presidente de Estados Unidos de escuchar sin decir mucho sobre nada.

La retórica de “Estados Unidos primero” tiene ecos del intervencionismo estadounidense, que es políticamente tóxico en Latinoamérica, y que se han visto reforzados por un aparente renacimiento en los últimos tiempos de la Doctrina Monroe. Trump no podrá obtener ninguna concesión real mediante una postura ruidosa y firme, ya sea en cuanto a comercio, seguridad, inmigración o, sobre todo, Venezuela.

La situación en Venezuela exige una diplomacia sofisticada y liderazgo latinoamericano; si Trump quiere hacer progresos respecto de nuevas sanciones en contra de la dictadura petrodistópica de Nicolás Maduro, será mejor que deje públicamente a otros países de la región liderar el debate y él solo los siga.

Esos otros países tienen graves problemas por los acontecimientos recientes y desean actuar. Sin embargo, les preocupa que se perciba que están asociados con Estados Unidos. Lo peor que Trump podría hacer sería socavar a los aliados de su país haciendo que parezca que solo siguen sus órdenes.

Leer mas: https://www.nytimes.com/es/2018/03/19/opinion-radestorf-trump-cumbre-americas/

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