Venezuela es un manicomio y el general Gómez es el loquero que tiene la llave del cerrojo, dicen que decía -si mal no recuerdo- Laureano Vallenilla, aquel brillante venezolano que en su histórico debate con el ilustre liberal colombiano Eduardo Santos, derramó su gran talento polémico, en ese caso especialmente llamativo porque le tocó defender los fueros de la falacia.
“Un manicomio” ¿Cómo no compartir semejante juicio a la vista de las locas decisiones tomadas, una tras otra, por el Gobierno defensor de la falacia, y por la oposición democrática, titular del derecho y del futuro? Las acrobacias de los voceros del Gobierno evidencian su volcánica decadencia mientras más se ufanan de descerebradas decisiones que intentando superar y ocultar la trágica crisis que han creado, logran exactamente lo contrario. Ante la creciente convicción de que el Gobierno caerá en cesación de pagos (default) en los primeros meses de 2018 próximo año, las disparatadas reacciones de Maduro y Rodríguez fortalecen esa creencia.
La famosa cesta de monedas (rupia, yuan) que “sustituiría” la divisa norteamericana murió casi inmediatamente y la fantasmagórica criptomoneda, el petro, será la piedra que no cimentará la iglesia de Cristo, pero sí, sino la torta bolivariana. Lo que cualquier acreedor percibe sin esfuerzo es que esos esguinces evidencian que no hay manera de pagar los próximos vencimientos de bonos. De nuevo, Nicolás, y tú, Jorge, queriendo calmar la ansiedad de los tenedores de esos bonos, les están diciendo que no hay dólares para pagarles ni autorización legal para refinanciar la deuda.
Lo única coherencia del Gobierno la arruinan sus mismos pregoneros. Rogándole a la oposición que pidiera a EE. UU. el levantamiento de las sanciones contra funcionarios oficialistas y las contradicciones frente a la negociación, envueltas en él, retroceso de Rodríguez, quien dice ahora que “no habrá elecciones mientras se mantengan las sanciones” Contra lo proclamado por cierto maximalismo opositor, salta a la vista que, si la negociación fracasa o se pospone, el Gobierno no “gana tiempo”.
A la vista de la descarga que le caerá encima en fecha fija, estas nerviosas fluctuaciones prueban que “pierde tiempo”. La delegación de la unidad, con su agenda precisa, está demostrando serenidad, temple y seriedad. Los mediadores internacionales y la opinión mundial pueden contrastar ambas posiciones antes de aprobar las sanciones que están bajo análisis.
Sin embargo, en materia electoral municipal la unidad democrática ha desbarrado continuamente. Declaró precipitadamente la abstención y ha renunciado a su liderazgo en un absurdo dejar hacer-dejar pasar que fomentará la abstención, creará problemas internos y sacrificará sus líderes municipales y regionales, solo para calmar a medias las destempladas presiones del maximalismo. El objetivo irrenunciable es claro. El maximalismo y los distintos matices de la moderación opositora integran, todos, la disidencia democrática plural.
En general son gente valiosa y honesta obligada, por eso, a consolidar la unidad plural que pueda propiciar el cambio democrático, pacífico y electoral de la horrenda tragedia que abruma a los venezolanos. El problema de la oposición y el gobierno es, en otro sentido, el mismo. A ratos se aprecia que su liderazgo pareces dividirse entre quienes lo saben todo y no entienden nada y quienes lo entienden todo y no saben nada. Motivándose más al logro que al gesto tal vez descubran la conveniencia de saber y entender.
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