Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

viernes, 18 de agosto de 2017

El equilibrio catastrófico, ANDRÉS CAÑIZÁLEZ

No pocos, con infantiles puntos de vista, plantean que la entronización de una dictadura en Venezuela se debe exclusivamente a los errores de la dirigencia opositora. Ésta tiene sus yerros, sin duda, pero debe pensarse que una dictadura es tal porque quienes la dirigen tienen tal vocación. Existe en Venezuela una dictadura porque el madurismo optó por esa vía, mantiene el control sobre la fuerza y el control institucional. Ha sido una decisión.

La voluntad de los opositores con manifestaciones durante largo tiempo en las calles y un saldo, muy lamentable, de más de un centenar de fallecidos, no generó un quiebre en el régimen. Se puede seguir indefinidamente en la calle, como creen algunos, pero lo cierto es que tal estrategia sirvió para visibilizar internacionalmente el conflicto, lo cual es importante, pero internamente el madurismo ya asumió el costo político de la represión y muertes.

Una dictadura no cae sólo porque muchos, miles o centenares de miles, permanezcan en las calles. La dictadura en Venezuela no los ha demostrado. Más que acusar de “vendidos” a los dirigentes opositores se les debe señalar su falta de creatividad y dirección política. Más que pensar que la dictadura está aquí, con nosotros, porque unos dirigentes políticos así lo quisieron, debemos darnos cuenta de que Maduro se hizo dictador con todo lo que ello implica por su vocación de poder (y la de su entorno).

Permanecer en el poder a cualquier costo, es el lema de cada dictadura, y en Venezuela no es la excepción.

Una dictadura no cae porque la mayoría esté en su contra. Para eso es justamente dictadura, para imponerse con la fuerza de las armas y el control institucional sobre la población que le rechaza.

El 16 de julio vivimos una clara demostración de civilidad, mayoritaria, pero tal acto que en realidad tenía y sigue teniendo un poder simbólico, no desencadenó un cambio. Y no porque los líderes opositores se negaran a ello.

La respuesta de la dictadura a esa mayoría en la calle fue su fraude del 30 de julio y su imposición de una asamblea constituyente. Los rusos también juegan. Con tanta facilidad se nos olvida que el régimen es también un actor, sin duda menguado, pero a fin de cuentas con poderes fácticos para actuar, responder y reinventarse.

Tras la activación de la constituyente hemos pasado a una suerte de equilibrio. Un equilibrio catastrófico le llaman Sergio Bitar y Abraham Lowenthal en su libro Transiciones democráticas: Enseñanza de líderes políticos en el cual estos dos autores señalan tal punto, en el Chile de los años 80.

“Pinochet tenía bastante fuerza para mantenerse en el poder, pero no el suficiente para acabar con sus adversarios. A su vez, la oposición era bastante fuerte, a pesar de las intensas presiones –incluido el estado de sitio-, para seguir controlando a la sociedad civil y la política, pero no lo suficiente para cambiar el gobierno”.  Al leer esto entendí que en Venezuela atravesamos un momento parecido. Un equilibrio catastrófico.

El madurismo ha impuesto su constituyente y ésta en teoría tiene suprapoderes, pero no logra controlar todo el país, el descontento sigue vivo y la oposición sigue actuando a pesar de la represión, la cárcel y el exilio. La oposición tiene problemas para articularse y redefinir su estrategia, encarna a una parte del descontento (pero no todo el descontento) y aunque tiene el apoyo de la comunidad internacional y el respaldo popular, no tiene la capacidad de desencadenar el cambio democrático.

Estamos ante un punto ciego que podría prolongarse en el tiempo.

http://elestimulo.com/

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