Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

miércoles, 16 de agosto de 2017

“El 16 de julio bajaron los cerros”, Oscar Medina

Teólogo y licenciado en Filosofía, el sacerdote ha pasado buena parte de su vida en el barrio. Es párroco en La Vega (Caracas) y está convencido de que los sectores populares se inclinan por una solución democrática a la actual coyuntura de crisis

“Hoy, sin duda, estamos necesitados de una concertación”, dice el sacerdote jesuita Alfredo Infante.

Y plantea de inmediato una referencia histórica para ubicarnos en los tiempos que corren. En el análisis del Centro Gumilla y de la revista SIC —que dirige desde 2014— el llamado Pacto de Punto Fijo fue una concertación de élites:

“Pero era necesaria. En ese momento estábamos en un contexto en la región donde está la revolución cubana, en plena Guerra Fría y Estados Unidos con una agenda de intervención importante. Quienes conciertan para proteger el ensayo democrático que comenzaba tuvieron que excluir al Partido Comunista. Para garantizar que el ensayo democrático se llevara a cabo, había que dar una señal de que Venezuela no era Cuba, que lo que se iniciaba era una revolución democrática”.

Fue, visto así, una necesidad histórica. Lo de ahora es otra cosa: “Estando en un escenario regional donde había una profunda desconfianza ante los cambios y EE UU mantenía a los gorilas del Sur, los políticos venezolanos tuvieron tal altura que lograron leer los signos de los tiempos para producir un ensayo democrático concertado internamente, pero que no se viera como una amenaza. Hoy se deconstruyó lo que se construyó en 1958. Chávez lo anunció y lo hizo. Se construyó una nueva élite, pero esa nueva élite es totalitaria y el totalitarismo difícilmente negocia. Pero aun así hay que apostar por la negociación”.

Infante, Teólogo y licenciado en Filosofía, ha pasado buena parte de su vida en el barrio. Es párroco en La Vega (Caracas) y está convencido de que los sectores populares se inclinan por una solución democrática a la actual coyuntura de crisis.

También advierte que los cerros ya bajaron: lo hicieron hace apenas unas semanas, pero parece que su mensaje no ha sido comprendido en toda su dimensión.

Esa frase “cuando bajen los cerros”, ¿qué expresa? ¿El anhelo de que las masas populares se lancen a las calles a hacer el trabajo de “sacar” al Gobierno o miedo al descontrol? ¿En estos más de tres meses de protestas bajaron los cerros?

—Lo primero que hay que decir es que depende de la perspectiva desde donde se lea o se diga esa frase. Yo vivo en el cerro. Y creo que vivimos en un país donde hay un mesianismo arraigado. Enmarcaría esa frase dentro de una lógica mesiánica de la que no terminamos de salir. Una lógica mesiánica que se ha expresado en la política buscando siempre a un líder que nos saque de la situación. Se ha expresado en el imaginario militarista, pero también se expresa en este sentido de un mesianismo de los cerros, como si los cerros fuesen una unidad homogénea que va a bajar y va a cambiar la situación del país. Las personas que habitan los cerros son muy diversas y allí está representada la pluralidad del país. El del barrio nunca va a decir “cuando bajen los cerros”. Esa frase la dice quien no vive en el cerro, quien no conoce al barrio.

El Caracazo fue un estallido social que obedeció a una serie de factores socioeconómicos y políticos y a un desgaste en las expectativas del pueblo: hubo un activador y se generó. Ese mismo Caracazo funciona en el inconsciente colectivo como un inhibidor, como un desmovilizador del barrio. ¿Por qué? Porque hay un convencimiento en el inconsciente colectivo de los barrios de que ante los estallidos violentos quienes llevan las de perder son los sectores populares. Tal como sucedió en el Caracazo y como sucede históricamente en estos procesos.

Y el Caracazo es justamente lo que tiene en mente quien habla de cuando “bajen” los cerros…

—Claro. Yo diría que en los barrios hoy hay un convencimiento profundamente arraigado de que la salida es electoral. Y que no se quiere ninguna salida violenta, porque bastante tenemos con la violencia del hambre, de la falta de gas, de la falta de agua potable, del transporte público, la delincuencia. Ya hay suficiente violencia en el barrio.

¿El discurso de la protesta de calle no ha tenido eco en el barrio?

—El barrio es una complejidad. Dentro del mismo barrio hay muchas maneras de afrontar la crisis, no se puede hablar de una sola. Y dentro de esa diversidad hay un sector que participa en la resistencia, pero hay también un gran sector que está descontento y está apostando a una salida constitucional, pacífica. Y esto se demostró el 16 de julio.

“El 16 de julio bajaron los cerros. Ese fue el mensaje: sí bajaron los cerros, pero no como desean quienes dicen la frase. En el fondo, tanto el Gobierno con su radicalización como los sectores extremos de la oposición están esperando que los barrios exploten y que bajen como en el Caracazo. Y están apretando las cuerdas para eso: quieren que suceda”.

¿Y es posible que ocurra eso?

—Creo que el convencimiento de que la salida es electoral y pacífica está profundamente arraigado en el pueblo. Sin embargo, como suelo decir, en Venezuela lo más seguro es que quién sabe… Cuando he analizado los tres eventos de julio, el 16, el 30 y el 31, veo que el 16 fue esa bajada de los cerros expresando al país. El verdadero “Sí” del 16 fue que el pueblo quiere una salida institucional, electoral y pacífica. Fue un momento importante de expresión popular. Sectores como Catia, Antímano, La Vega, Caricuao, Petare, se volcaron.

Leer mas: http://revistasic.gumilla.org/2017/el-16-de-julio-bajaron-los-cerros/

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