Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

lunes, 24 de julio de 2017

Fernando Mires - PASADO, PRESENTE Y FUTURO (cuatro narraciones y un solo destino),

El pasado aparece cuando es narrado.

El pasado –lo saben psicoanalistas e historiadores- es una construcción hecha en tiempo presente (en términos exactos, en tiempo gerundio) pero con los ojos puestos hacia el futuro. El pasado, luego, no es todo lo que ha pasado sino lo que recordamos del pasado. Y en el recuerdo, como en casi todos los actos de la vida, interviene el deseo de ser. El pasado, por lo mismo, será siempre alterado por nuestro deseo de ser en el tiempo y como tal lo narramos. Y cuando no podemos narrarlo entramos en una de esas habitaciones oscuras del alma, las llamadas patologías. En tales casos, solo la palabra nos puede salvar (Lacan).

Lo dicho vale tanto para las unidades individuales como para las públicas o políticas.

Cada unidad política construye su pasado de acuerdo a lo que quiere o puede ser en el futuro. En el caso venezolano –por su dramatismo es el que más preocupa en estos momentos- puede verse cuan diferentes son las narraciones del pasado en cada una de las unidades que conforman a la oposición. Tomemos como punto de partida el ejemplo más visible. El de los chavistas anti-maduristas, o como queramos llamarlos.

Los chavistas antimaduristas, aunque decirlo sea tautología, son chavistas. Rinden culto al líder muerto, creen que durante Chávez el pueblo accedió a las nubes del poder, defienden las llamadas conquistas sociales del periodo y sobre todo piensan que Maduro traicionó al gran líder. Son anti-maduristas y su propósito es recuperar lo que ellos creen que es la verdadera esencia del chavismo. En dicha evaluación se conjugan dos dimensiones: una sincera adhesión al pasado chavista y una búsqueda de reinserción en el periodo post-Maduro. La narración que ellos realizan del pasado está pues condicionada por sus visiones de futuro. Por esa misma razón se protegen de esas partes del pasado que políticamente no les conviene recordar.

El chavismo disidente no quiere oír que el madurismo no solo es ruptura sino continuidad con el chavismo. Nunca aceptarán que bajo Chávez tuvo lugar la militarización de la política, hoy radicalizada por Maduro. O que el PSUV fue un partido-Estado desde sus orígenes. Ni mucho menos que la catástrofe económica la provocó el difunto con su legendario “exprópiese”. Y en ningún caso que el proyecto cubano encerrado en la Constituyente de Maduro fue fraguado por Chávez cuando ordenó fundar los Concejos Comunales corporativos.

Los chavistas disidentes, para seguir siendo chavistas, se ven obligados a practicar un ejercicio de amnesia pública. No tienen otra alternativa. Están condenados a rehacer sus biografías llevando atado al cuello el pesado fardo del pasado. Si bajo esas condiciones lograrán sobrevivir políticamente, es una incógnita.

Pero no solo los chavistas disidentes construyen el pasado a conveniencia. En la oposición sucede lo mismo. Los grupos que la conforman, sean los llamados “revolucionarios”, sean los autonombrados “despolarizados”, sea el núcleo constitucionalista, todos, cultivan pasados diferentes en aras de futuros también diferentes.

Los “revolucionarios” de la oposición comparten con el chavismo un conjunto de elementos propios a la cultura política venezolana (y latinoamericana). Entre otros, el culto al líder, la sobrevaloración del acto heroico, la creencia de habitar en el “lado correcto de la historia” y, sobre todo, la visión de un pueblo redentor siempre dispuesto a insurgir cuando escucha la voz del líder. Por esas razones, al igual que los chavistas, mantienen con respecto a la democracia una relación instrumental. Repudian todo tipo de negociación y diálogo y acusan de electoralistas a quienes sostienen la validez de la vía constitucional. En breve, son revolucionarios crónicos. Como tales sueñan con un futuro apoteósico, con dictadores ejecutados a lo Gadafi o a lo Hussein, con ejércitos que se rompen en dos partes frente a la irrupción del pueblo y con líderes pronunciando frases gloriosas desde los balcones del palacio presidencial.

De acuerdo a sus visiones, los “revolucionarios” han construido un pasado desprovisto de interrupciones, uno de acuerdo al cual “la “revolución” de 2017 solo sería la continuación de “la salida” del 2014. Dogma para ellos inalterable. Nada ni nadie los convencerá de lo contrario.

Uno puede argumentar hasta el cansancio aduciendo que la opción de “la salida” fue extemporánea, que fue realizada después de una derrota electoral (elecciones comunales del 2013), que fue una acción minoritaria y por lo mismo divisionista, que Maduro no estaba aislado internacionalmente, que la crisis económica no alcanzaba las dimensiones que hoy alcanza, que dejaban de lado el argumento constitucional (propusieron incluso ¡una Asamblea Constituyente!). En vano. Sobre el pasado no se discute, se cree o no se cree.

Justo un día después del 16/J los “revolucionarios” reaparecieron en contra de los “traidores” de la MUD, es decir, en contra de los que organizaron la gran victoria electoral. Son los de la “hora cero”, los “sin retorno”, los que recitan “transición sin transacción”, los del “todo diálogo es traición a nuestros muertos”, los del “no a las elecciones”, los de las calles autotrancadas, los de la política vivida como guerra permanente.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario