Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 11 de diciembre de 2016

No hay más camino que el diálogo - Pedro Trigo, s.j.


Este artículo va dirigido no solo al Gobierno y a la oposición y a las mesas de diálogo (que cuando salga este artículo pueden estar ya fenecidas), sino a todos los venezolanos, porque de todos modos el diálogo es imprescindible y nos incumbe a todos y todos tenemos que presionar para que se dé hasta lograr los resultados esperados.

El punto de partida es que el diálogo es imposible. Por eso es imprescindible dialogar para hacerlo posible. Si de entrada fuera posible, no se necesitaría entablar mesas de diálogo: bastarían los canales ordinarios, sobre todo la Asamblea Nacional.

Es imposible porque muchísima gente y entre ellos la oposición, no confía en el Gobierno. No es que esté en desacuerdo con él, sino que cree que no es de fiar porque no es leal y ni siquiera veraz. Cree que ahora no es más que una dictadura decimonónica empeñada en no perder el poder. Al principio se creyó una revolución, luego apareció su carácter totalitario, refrendado cuando, después de perder el referendo para reformar la Constitución, Chávez puso en práctica las reformas que le fueron negadas por la ciudadanía. Ahora ni siquiera gobierna; gasta casi todas sus energías en permanecer por cualquier medio. Ahora bien, parte de la oposición también ha mostrado su carácter poco democrático al instar a permanecer en la calle hasta que cayera el Gobierno, obstaculizando el desenvolvimiento de la ciudadanía para lograr sus fines, sin advertir que lo que sale de ese modus operandi no puede ser una democracia. Por eso una parte considerable de la ciudadanía no cree ni en el Gobierno ni en la oposición. No se siente representada por ellos y va en busca de una alternativa superadora. En estas condiciones no es posible el diálogo. Y sin embargo, es imprescindible.

El que el diálogo de entrada sea imposible hace ver lo deteriorada que está la situación nacional. No solo nos pasa que no hay alimentos y donde los hay, sobre todo en la frontera, no alcanza el dinero para compararlos; no solo que no hay medicinas, ni siquiera las imprescindibles para los enfermos crónicos, ni los elementos más elementales en los hospitales; no solo que la inseguridad es pavorosa y que la impunidad es casi total, ya que en la comisión de delitos están incluidos muchos jueces y policías; sucede además que no hay cauces para procesar superadoramente estos problemas. Todos los que arbitra el Gobierno, como parten de la exclusión de la empresa privada productiva, que es la independiente de él, agravan la situación.

Por eso es imprescindible dejar de lado los cauces ordinarios (hay que reconocer que hace tiempo que se dejaron) y sentarse a dialogar hasta que se resuelvan estructuralmente estos problemas. Estructuralmente, no mediante medidas para cada caso, desconectadas de los demás. El esquema de las misiones no sirve. No hay problemas sueltos. La realidad es una estructura abierta en la que todo está conectado. Las medidas que se tomen tienen que modificar la realidad.

Dialogar para hacer posible el país

Si no hay conciencia de que la situación no aguanta más, que no hay derecho que la gente tenga que sufrir tanto, que la vida de la gente vale más que el poder político, el prestigio internacional e incluso el dinero robado; si no hay conciencia de que nunca en la historia de Venezuela hemos vivido tan mal e incluso que nunca en la Venezuela moderna pudimos haber imaginado que pudiéramos llegar a este abismo; si no hay conciencia de que, teniendo las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo, la empresa que lo produce no solo no financia una parte considerable de la marcha del Estado, sobre todo de la Seguridad Social, sino que está quebrada porque no es productiva, porque cuando llegó este Gobierno producir un barril costaba cinco dólares y ahora cuesta más de veinte; si no tomamos conciencia de que las empresas expropiadas no son productivas; si no tomamos conciencia de que esto, además de ser absolutamente injusto, es inviable; si no tomamos conciencia de que el país es de todos y que, por tanto, el Gobierno no es dueño del país; si no tomamos conciencia de que lo que nos incumbe a todos lo tenemos que discutir y decidir entre todos; si no tomamos conciencia de todo esto y, sobre todo, si no nos duele en el alma el sufrimiento de la mayoría de los venezolanos, no haremos lo suficiente para que estos problemas estructurales se resuelvan mediante el diálogo constructivo.


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