Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 25 de septiembre de 2016

El tope - AMÉRICO MARTÍN

Escribo hoy miércoles, mismo día en que deberían conocerse las condiciones del RR. El CNE sigue jugando cuadro cerrado con el gobierno, “al precio que sea”. Lo más sano para las dos partes es que abriera el puño y decidiera respetar la Constitución y su propio reglamento. Es verdad que todos saben perfectamente lo que ocurriría, pero el despido del actual régimen sería impulsado probablemente con esos diez millones de votos de la nunca materializada jactancia bolivariana. No dejaría de ser irónico que la aspiración de Chávez finalmente la cumpliera la acosada alternativa democrática venezolana.

Desde el 6D no hay -ni entre los más fanáticos creyentes en la brujería que pasa por socialismo- quien crea que Maduro y su entorno tengan posibilidad electoral alguna.

El firmazo del 1% y la monumental manifestación del 1 de septiembre confirmaron que la fementida revolución no está en capacidad de vencer si pone su destino en manos del soberano, ese pueblo que ahora evidencia su ira volcado al cambio ahora mismo, ayer si fuera posible. Es lo que explica que el gobierno no quiera el referendo en 2016 ni la elección de gobernadores. El problema es si salir en paz y en forma negociada le resulta mejor que lidiar con sangre y violencia contra un pueblo y un mundo que no difícilmente retrocederán.

Admiten que su modelo perdió todo soporte popular, pero la ceguera y falta de imaginación los empujan a sentarse sobre las bayonetas, sin saber que tampoco podrían dar por seguro semejante respaldo a todo trance. Creen haber descubierto la piedra filosofal relievando contradicciones en la MUD sin entender que el sentimiento unitario está tan arraigado que pasa por sobre ambiciones y errores en el mando opositor, porque a la unidad le llegó su momento. Y cuando a una idea le llega su momento es imposible detenerla, tal como proclamaba en el siglo XIX Víctor Hugo, el gran novelista del romanticismo francés.

Por donde se le mire se descubrirá que la unidad opositora es la clave del cambio democrático. Las ansiosas maniobrillas oficialistas e incluso las quejas –justas o no- de opositores que no comprenden el momento, no pueden descifrar el enigma del cambio. No hay Edipo que pueda hacerlo. No hay enigma que hable tan claro como lo hace la realidad venezolana de hoy.

Veamos la probable secuencia: 1) agotado el repertorio de la manipulación, el CNE terminará por fijar la fecha para la recolección del 20% 2) incluso si el número de máquinas fuera el precario avanzado por el supuesto “árbitro” estimo que el día de la verdad unos 3 millones saldrán a la calle a exigir respeto a su derecho de votar (en rigor, de revocar) No dudo que arrastrarían todas las adversidades, quizá en vigilia durante tres largos días, exigiendo que las mesas permanezcan abiertas mientras haya gente en cola. Todo en sana paz, sin violencia, sin responder a las asustadas provocaciones de mercenarios y matones; dando el ejemplo más hermoso y sofisticado de valor cívico, de cultura democrática. ¿Duda alguien que tan vibrante ejemplo llamará la atención del mundo?

El punto es sencillo: una dirección apta no puede quedarse sin política, sin responder con eficiencia a las modalidades del juego. Nada de retirarse con aire ofendido o de arrebatos coléricos dejando solo a quien no puede gobernar sin pueblo. Si el espíritu de cambio cala hondo, nadie perderá el rumbo, ni se apartará un milímetro de la Constitución. La realidad conjura las amenazas enfáticas y serena las altisonancias. Aristóbulo por fin admite que –mérito suyo- “no pueden seguir achacando a la oposición todos los errores del gobierno”. Ha descubierto, que la zarabanda de golpes, magnicidios carece de credibilidad. Podría dar otro paso, admitir la validez del revocatorio y negociar que la transición transcurra sin odios o venganzas que el país no soportará. El desenlace no tiene por qué ser cruento. La venganza es antipolítica. La justicia y el diálogo siempre serán la mejor de las políticas.

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