Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

viernes, 26 de agosto de 2016

El lugar común: Un día de alegría y luchas - Simón García

Un día, primero del mes de enero, se produjo el inicio del fin para la dictadura de Pérez Jiménez. Un régimen militar, aparentemente sólido, con fuerte de EEUU y sin mayores puntos críticos en materia de seguridad, servicios, producción, costo de vida o poder adquisitivo. Pero los partidos estaban prohibidos; los políticos perseguidos, presos o en el exilio; los medios censurados; la libertad de expresión conculcada y la mayoría de los derechos anulados. La dictadura era un Estado con una alta concentración de poder, un débil apoyo social y una ausencia de mecanismos para transitar hacia la democracia.

A partir de ese día, inicio del año, arreciaron las protestas de distintos tamaños, en la calle y en muchos otros lugares; se expresaron las disidencias de distintos sectores como los estudiantes, los profesionales, los trabajadores, el comercio o la iglesia. La aviación, durante ese día, desconoció a la dictadura y se manifestó por desplazarla.

El general Llovera Paéz, su compadre y ministro, dijo en la madrugada del 23 de enero: "Mejor nos vamos, mi General, ya somos ricos y pescuezo no retoña". Había llegado la hora de soltar el poder o defenderlo a sangre y fuego. El dictador prefirió lo primero. Y la historia recuerda la fecha como la caída de lo que pensábamos sería el último dictador. Y no fue así.

Las fechas señalan el camino, pero impiden ver el bosque. Es lo que puede estar ocurriendo ahora ante la emoción por la implosión de un proyecto tan anacrónico como acuñarle al siglo XXI un Estado comunista envasado en sus fracasos. Adjudicarle efectos mágicos a una fecha puede dibujarnos un espejismo.

La verdad es que detrás de un suceso de gran viraje histórico hay una incubación larga, difícil, llena de acciones anónimos y edificado con los sacrificios que exige que al fin emerja una resistencia social maciza, el fortalecimiento sedimentado de los partidos, la construcción de espacios de unidad entre los viejos rivales y la perseverancia en alcanzar juntos unos objetivos que puedan ser sentidos, comprendidos y defendidos por todos.

Los cambios políticos son la simbiosis de los eventos y acciones espectaculares con la gota constante y cotidiana sobre millares de micro espacios, en múltiples expresiones y en dimensiones pequeñas. Esa tendencia a nivel de sótanos, que se configura como un punto ciego para el poder, adquiere una carga, casi imperceptible, capaz de reventar al poder como acto de dominación, exclusión e instalación de las precariedades en la vida material y espiritual de habitantes impedidos de ser ciudadanos.

Esa significación y ese alcance debe tener una movilización que, para que sea grande, requiere de esfuerzos extraordinarios y distintos a los que normalmente demanda una manifestación reducida a las vanguardias. El primero es aclarar los fines de la movilización y por qué la participación en esa actividad beneficia al ciudadano común en particular y al país en general. Lo segundo es multiplicar los promotores y convocantes, desde una organización a una persona o una familia. Y luego difundir un discurso de cambio con diálogo, en paz, unificador y con respuestas a las demandas de pan y libertad.

El 1 de septiembre es una fecha, pero es también un proceso para sostener, continuar y reforzar una causa que inspira a millones de venezolanos. Es la manifestación de un país que está emergiendo, vigoroso, plural, democrático y progresista. Ayudemos a que se haga visible.

@garciasim

http://www.notitarde.com/

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