Resulta difícil pensar para los que iniciamos una formación política revolucionaria, enmarcada en el propósito de fomentar un estado de conciencia colectiva capaz de romper las cadenas naturales que atrapan al hombre en función de su ego, y sus intereses más cercanos que lo hacen ser inmoral y descompuestos éticamente; alejados inexorablemente de una lucha real por el bienestar social; hoy nos encontremos sumergidos bajo las directrices de un gobierno que no revoluciona nada; sino que involuciona desde todos los aspectos atrapándonos en un túnel sin salida y menoscabando los derechos más fundamentales de la sociedad tales como la alimentación, la vida, la salud y la Libertad.
En Venezuela no existe una revolución; estos últimos 17 años han sido una verdadera reforma estructural simplemente emanada de una coyuntura histórica; este pseudo proceso solo ha producido uniformidad, ha funcionado como un lubricante que mantiene el statu quo y ayuda que las cosas permanezcan inalteradas abrazadas de un populismo avasallante que perdió la chequera que lo sostenía; estos pseudo-revolucionarios afirman que están cambiando la sociedad, En realidad lo único que han hecho es pintar la vieja sociedad encontrada antes de 1998, con colores nuevos. La vieja sociedad persiste más fácilmente con colores nuevos que con los nuevos que se estaban pudriendo, así que estos reformistas se vistieron de Revolución, brindando ser los salvadores de la patria.
Debemos marchar a la consolidación de un estado de rebelión. La rebelión viene del núcleo más esencial, cambia la conciencia y rompe los patrones imprimidos por los delincuentes de la política; la rebelión es radical, transmuta, es alquimia ante este desastroso momento histórico. En la historia de la consciencia ha habido tres tipos de pensadores, el reformista, el revolucionario y el rebelde. Entender la rebelión es entender el corazón la religión. Religión es rebelión, Religión es cambio completo; y hoy el país reclama una unidad de conciencia, no solo por las necesidades materiales agobiantes sino por la descomposición moral aluvional que desborda todos los rincones de la patria y que estoicamente dirige un gobierno apátrida y deformado sin muestras de ética y valores democráticos mínimos como exigencia del mundo moderno.
En tal sentido este supuesto Socialismo se convirtió básicamente en una autocracia dictatorial, con ánimos de arreciarse y expandirse mientras se ve con menos respaldo popular, marchan hacia la dictadura por el miedo a que su conciencia se borre, como sigue ahí la avaricia, la ambición y todo lo que siempre ha estado; por ello si le dan la libertad al hombre si respetan la democracia, la antigua conciencia volverá a funcionar; el pueblo será rico o pobre, poderosos o indefensos. Comenzaremos a explotarnos unos a otros y a pelear por las ambiciones; la verdadera revolución es espontanea, a esa revolución se le llama Rebelión.
No es otra cosa que elevar la conciencia, oponernos a la mentira de los que dirigen al país, a todos los intereses creados que aplastan a todos los que se atreven a pensar distinto, en esa dirección debemos direccionar las ideas a fomentar un espíritu rebelde que haga capaz hacer nacer el nuevo hombre nacional, fuerte de espíritu y conciencia, capaz de indagar y romper los esquemas impuestos; ser generador de su propio destino; que no se conforme en creer en falsas revoluciones y demagogias sino que asuma un rol natural de creer en la construcción de una sociedad unida, constructiva, proactiva, con verdadera inclusión siempre vigilante contra el ego y la ambición natural del hombre; una sociedad verdaderamente humana, una sociedad consiente y Rebelde.
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