El ejército digital del Kremlin por ADRIAN CHEN

Ilustración Francisco javier olea

En un edificio de oficinas en San Petersburgo, un puñado de veinteañeros causa estragos en internet y ciudades estadounidenses, inventando explosiones químicas y brotes de enfermedades. Así, el gobierno ruso intenta controlar la red a través de la operación de troleo online más grande de la historia.

lrededor de las 8:30 de la mañana del 11 de septiembre del año pasado, Duval Arthur, director de la Oficina de Seguridad Nacional y Preparación de Emergencia de St. Mary Parish, Luisiana, tuvo una llamada de un habitante del lugar quien recién había recibido un mensaje de texto inquietante. "Advertencia de riesgo de humo tóxico en esta área hasta la 1:30 de la tarde", decía el mensaje. "Protéjase. Chequee los medios de comunicación locales y columbiachemical.com".

St. Mary Parish alberga diversas plantas de procesamiento para productos químicos, y mantenerse al tanto de los accidentes peligrosos en esas plantas es la labor de Arthur. Pero él no había escuchado de ninguna emisión química esa mañana. De hecho, ni siquiera había oído hablar de Columbia Chemical. Si Arthur hubiera revisado el Twitter, podría haberse preocupado mucho más. Cientos de cuentas de Twitter informaban de un desastre en las cercanías. Docenas de periodistas, medios informativos y políticos, desde Luisiana hasta la ciudad de Nueva York, encontraron sus cuentas de Twitter inundadas con mensajes sobre el desastre, como el posteo de un pantallazo de la página introductoria de CNN, que mostraba que la historia ya se había convertido en noticia nacional. El Estado Islámico (EI o ISIS) se había atribuido la responsabilidad del ataque, de acuerdo a un video de YouTube. En este, un hombre mostraba su pantalla de televisión, sintonizada en un canal de noticias árabe, en la que combatientes encapuchados del EI entregaban una declaración junto al video de una explosión. Pero cualquiera que se diera la molestia de revisar CNN.com no habría encontrado ninguna noticia de un ataque espectacular el 11 de septiembre cometido por el EI. Era todo falso: los pantallazos, los videos, las fotografías.

El engaño de Columbian Chemicals no fue una simple jugarreta de un sádico aburrido. Fue una campaña de desinformación sumamente coordinada, que involucró a docenas de cuentas falsas que postearon cientos de tuits por hora y cuyo blanco fue una lista de figuras escogidas especialmente para generar una atención máxima. El engaño fue solo el primero de una serie de ataques similares durante la segunda mitad del año pasado.

Yo ya investigaba una oscura organización en San Petersburgo, Rusia, que difunde información falsa por internet. La entidad ha pasado por varios nombres, pero me referiré a ella por el más conocido: Agencia de Investigación de Internet. Esta se había hecho famosa por emplear a cientos de rusos para que postearan propaganda en favor del Kremlin bajo identidades falsas, con el fin de crear la ilusión de un enorme ejército de partidarios. A menudo se la menciona como una "granja troll".

Siete meses después del engaño de Columbian Chemicals, en abril pasado, me encontraba en un sombrío restorán en San Petersburgo, mirando por la ventana hacia un edificio de oficinas en la calle Savushkina 55, la última sede que se conoce de la Agencia de Investigación de Internet. Se ubica en un barrio tranquilo de edificios feos de departamentos soviéticos y nuevos complejos de oficinas. Entre estos últimos se encuentra Savushkina 55; visto desde el frente, su perfecta simetría gris sugiere la severa impenetrabilidad de una fortaleza medieval. Tras las puertas de vidrio, un par de torniquetes de metal hacen guardia en la parte superior de un corto tramo de escaleras en el lobby. A las nueve de la noche de un viernes de abril el edificio estaba sumido en la oscuridad.

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