Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

lunes, 30 de marzo de 2015

Venezuela: ¿Del Dakazo al Obamazo?; por Fernando Mires

Esta fotografía de Carlos Becerra forma parte de un reportaje sobre la denominada ‘Gran Marcha Antiimperialista’, realizada 18 de marzo de 2015.

Hay que reiterarlo: Barack Obama es el Presidente de EE UU y no el jefe de la oposición de Venezuela. De ahí que las medidas tomadas por su gobierno en contra de siete corruptos funcionarios chavistas no están guiadas por una eventual correlación política de fuerzas en el espectro venezolano. El gesto de enemistad, al declarar a Venezuela una amenaza para los EE UU, tampoco.

Obama, evidentemente, escogió el momento para hacer pública su posición frente al gobierno Maduro. Que lo haya hecho en medio de negociaciones mantenidas con el régimen cubano y pocos días antes de la Cumbre de las Américas que tendrá lugar el 10 y 11 de Abril en Panamá, muestra que ha considerado determinadas razones de alcance estratégico, razones que trascienden lejos, muy lejos, a la simple particularidad venezolana.

Hay que tener en cuenta que Obama no vive en los tiempos de Bush, enredado en mentiras increíbles para justificar su ominosa invasión a Irak. Tiempos en los cuales hasta dictadores de baja estofa se permitían el placer de lanzar diatribas en contra del gobierno norteamericano.

Obama, a diferencias de Bush, es probablemente uno de los presidentes norteamericanos que ha ganado más legitimidad en la arena internacional. La restitución de la alianza atlántica en Europa, las alianzas establecidas con gobiernos islámicos en la lucha en contra del ISIS, su distanciamiento con respecto a fracciones de la derecha israelí, sus tensas pero diplomáticas conversaciones con el gobierno de Irán en torno a temas nucleares y militares (los tiempos de las locuras de un Ahmadineyah quedaron atrás), su apertura política hacia Cuba, más la eminente suspensión del embargo y su voluntad de acercamiento amistoso a los países latinoamericanos –incluyendo a los del ALBA– son hechos que demuestran un cambio profundo en la política internacional de los EE UU.

La nueva estrategia apunta –lo ha reiterado Obama en diversos discursos– a la sustitución de las relaciones de dominación militar por relaciones de hegemonía política. Eso quiere decir que Obama, sin renunciar al uso de la fuerza, intenta restaurar el valor de la política en el espacio internacional.

El nuevo rol de EE UU precisa, sin embargo, de un estatuto simbólico. Por eso mismo Obama debe defender la nueva imagen que busca dar a su nación. Visto así, Obama no puede permitir que un mandatario, cualquiera que sea, insulte a su gobierno todos los días, menos aún si preside un país del que EE UU es su más seguro socio comercial; un país, además, con el que no tiene ningún problema económico, político o militar. ¿Ha llegado el momento de mostrar a Maduro que incluso la paciencia diplomática tiene límites? Así parece.

Si vemos el tema desde una perspectiva global, la designación de Venezuela como amenaza para los EE UU tampoco debe sorprender demasiado. El régimen venezolano es en la región el que más se acerca al formato clásico de una dictadura. Y los regímenes dictatoriales o simplemente autoritarios han sido siempre, en todas las latitudes, amenazas para la paz externa. Más todavía si un régimen no oculta su atracción por casi todas las dictaduras enemigas (reales o potenciales) de los EE UU.

Habría que ser muy ingenuo, por ejemplo, para no darse cuenta de que la política de Obama frente a Caracas tiene que ver con Moscú mucho más de lo que a primera vista parece. Frente a Rusia hay ya una Guerra Fría no declarada por la OTAN. Pese a eso, Obama no busca aliados en América Latina. Lo que sí quiere, y desde su óptica tiene toda la razón, es no tener más enemigos.

Probablemente el gobierno de Obama anhela que las relaciones entre Venezuela y los EE UU sean las más normales posibles. Con mayor razón en tiempos marcados por conflictos al lado de los cuales el que existe (si es que existe) con Venezuela es solo una migaja. Que esa normalidad también conviene en la práctica al gobierno Maduro, pero no a su falso discurso “antiimperialista”, es un factor con el cual seguramente contaba la administración norteamericana.

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