Al analizar estos dos tipos de golpes de Estado y reflexionar sobre la historia reciente del país, tendremos que llegar a la conclusión de que si algún régimen no tiene autoridad moral para tildar de golpistas a quienes se le oponen, es el que hoy representa Nicolás Maduro. Quienes hoy detentan el poder hicieron su aparición en la vida pública con un golpe militar cruento y fracasado el 4 de febrero de 1992.
Posteriormente, gracias a la democracia que hoy desconocen, han venido dando otro golpe de Estado contra la Constitución para monopolizar y conservar eternamente el poder
Han acabado con el Estado federal descentralizado, con separación de poderes y pluralismo político, para sustituirlo por un Estado comunal unitario y centralizado, en nombre de un inexistente “poder popular”.
Han derogado de hecho la Constitución para sustituirla por el denominado Plan de la Patria 2013-2019. Todo esto es un golpismo avanzado, sutil, que va más allá de las técnicas asomadas por C. Malaparte.
¿Tienen entonces estos golpistas, que utilizaron antes la fuerza y ahora nos amenazan con ella, autoridad para rasgarse las vestiduras inventando golpes de Estado por doquier? ¿Es que acaso los golpes dados por ellos son buenos y los que ahora inventan son malos? No, todo golpe de Estado es malo y debe rechazarse, especialmente este golpe seco y continuado contra la Constitución vigente en marcha desde el 2006.
¿Quiénes son entonces los únicos golpistas confesos de la Venezuela de hoy? Los que en 1992 dieron un golpe militar y hoy siguen dando otro desde el Gobierno contra el orden republicano en busca de una autocracia socialista que está destruyendo al país.
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