© Timothy Fadek, Bloomberg
Entre su trabajo de llenar bolsas por US$1 al día y las propinas que recibe en un supermercado de Caracas, Luis ha logrado ahorrar para comprar una motocicleta deportiva japonesa. ¿Su secreto? Conseguir alimentos escasos antes de que lleguen a los estantes.
Luis ofrece acceso preferencial a detergente, leche y azúcar a su clientela de alrededor de 100 diplomáticos en un local de Centro Madeirense, en la zona sur de la capital. A cambio, éstos le proporcionan trabajo ocasional en tareas de reparación o mensajería y le prestan dinero cuando lo necesita.
“Son tiempos difíciles. Cuesta sobrevivir”, dijo Luis, que tiene 30 años, en una entrevista realizada el mes pasado en Caracas. “Para subsistir tenemos que ser creativos con las oportunidades que surgen”.
Los controles de precios han dejado las tiendas sin la mayor parte de los productos, mientras que la inflación más alta del mundo hace que lo poco que puede conseguirse esté fuera del alcance de la mayoría de los venezolanos. Para sobrevivir, aprovechan las ventajas de sus empleos para negociar productos y servicios de manera informal, a la manera de las redes que se desarrollaron como consecuencia del desabastecimiento en la ex Unión Soviética y que pasaron a conocerse como “blat”, un término ruso utilizado como expresión de frustración.
La exención de esas operaciones informales es un indicio del fracaso de la estrategia del presidente Nicolás Maduro de expropiaciones, arrestos e inspecciones para impulsar la producción y poner fin al desabastecimiento, dijo Anabella Abadi, una analista de políticas públicas de ODH Grupo Consultor, que tiene sede en Caracas.
“La intervención estatal en todos los planos de la actividad económica paraliza a los empleadores y reduce la cantidad y calidad de los empleos formales”, dijo Abadi por teléfono desde Caracas el 12 de febrero. “Eso lleva a los venezolanos a las actividades informales que las autoridades quieren erradicar”.
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