Estamosal borde de la auspiciosa posibilidad de que las universidades suspendan las acciones emprendidas para defenderse. El gobierno necesitó una huelga para admitir y decidir las exigencias universitarias. La conquista de unos logros apreciables permite resituar la batalla de ideas y eventos en nuevos desarrollos de la autonomía, la calidad académica y el mejor cumplimiento de los compromisos de la institución con el país.
Advienen tiempos favorables al derrumbe de las murallas que el poder erige para autoperpetuarse. Hay varios eslabones que pueden acelerar esos tiempos, acompañando a la gente en sus demandas y con una estrategia que sepa llenar la inconformidad con esperanzas en la declinación de la dominación totalitaria.
Alentar acciones, grandes y pequeñas, que sumen fuerzas y entretejan la apertura definitiva de un nuevo ciclo político que reinvente la democracia, vincule la justicia social a la producción de bienestar general y nos coloque ante los verdaderos desafíos del siglo XXI.
Venezuela no puede seguir descendiendo a ser Museo del tercer mundo.
A riesgo de incurrir en la banalización, por vía de exagerar sus dimensiones y efectos posteriores, no puede dejarse de lado el lugar común que considera a las elecciones municipales como determinantes para el futuro de la democracia y la sociedad.
Explicarlo, tal vez sea más difícil que afirmarlo.
Esta elección está conectada al lugar nuclear de formación de la democracia, aquel donde se elabora de primera mano y muy próximo a nuestros intereses, vivencias y afectos cotidianos, los elementos de nuestra cultura cívica.
Pero en particular en estas elecciones, concurren varias escogencias. En primer lugar la opción de apoyar a gente demócrata, capaz, honesta y con proyectos para rescatar a nuestros pueblos y ciudades de la peste burocrática que arruina los servicios municipales y degrada la vida pública local.
La oferta oficialista, como ocurre en los regímenes neototalitarios, tiene un empaque ideológico.
Precisamente, cuando el país requiere alcaldes y concejales que piensen y se ocupen en cómo hacer más seguras, vivibles y funcionales a nuestras ciudades, el poderoso Estado mete por los medios a unas figuritas que representan su involución.
La elección implica también aclarar lo que el CNE y el TSJ no quisieron hacer: a los venezolanos les toca dictar su veredicto sobre si existe o no una mayoría irrefutable a favor de los cambios. Sin ella no habrá después.
Por eso hay que sortear las emboscadas para que aceptemos confrontarnos en términos favorables al gobierno. Y también recordar, frente a la reapertura distraccionista del fervor constituyente, las palabras de Babeuf, "no necesitamos más Constituciones sino más instituciones". Nuestra mejor constituyente es votar el 8 por otro país.
@garciasim
Tal Cual digital
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