Entender las realidades locales desde Caracas puede traerle un costo político a quienes insistan en esquemas inflexibles. Tanto el sector oficial como las fuerzas que giran en torno a la Mesa de la Unidad mantienen estructuras de decisión no muy lejanas al modelo que ha dominado la vida pública del país. El centralismo ha sido la gran estructura sobre la que se ha construido la vida social en Venezuela, desde un Estado omnipresente hasta estructuras partidistas oligárquicas, el principio de control central es en esencia el mismo.
La gran fuerza por emerger en el país en los próximos tiempos será la de la descentralización, entendiendo esta no simplemente como la delegación de competencias a gobiernos regionales y locales, para que igual se conformen pequeñas oligarquías políticas, sino el acercamiento del Gobierno al ciudadano. Para esto no se necesitan modelos populistas en los que unidireccionalmente se entregan algunas prebendas a cambio de una fidelidad política, el poder de origen desde el punto de vista político tiene que seguir siendo el de la democracia representativa.
El verdadero cambio debe venir de las formas como desde la sociedad civil se participa en la gestión pública, bien definiendo agendas como controlando el uso de los recursos públicos. Se necesita una sociedad civil interventora, ciudadanos comunes que estén atentos con la gestión pública, informándose y señalando a quien haya que señalar, sin chantajes de fantasmas ideológicos.
Es poco lo que un ciudadano puede hacer por sí solo para cambiar el destino del país, pero es mucho lo que esa misma persona puede hacer cambiando su entorno inmediato. Se trata que esta persona pueda intervenir en la gestión pública sobre la que su día a día se desarrolla. Para ello debe dejar de prevalecer el esquema de blanco y negro, en el que por un proyecto político incierto se sacrifica lo mejor que cada localidad puede ofrecer para resolver sus propios problemas.
Las fuerzas políticas del país debe repensar la manera como se toman las decisiones y para ello romper la barrera del centralismo, en todos sus ámbitos, es fundamental. Construir alternativas desde lo local es la vía más concreta para que la sociedad civil logre canalizar sus legítimas necesidades de participación.
La Verdad.com
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