Aunque los cinco precandidatos que se enfrentarán en las primarias del 12 de febrero están comprometidos por igual con la causa de la Unidad Democrática antes y después del 7 de octubre, y aunque aceptan los lineamientos fundamentales del programa común, es natural que entre ellos existan divergencias en cuanto a la aplicación pormenorizada del mismo. Los diversos matices de filosofía socioeconómica de los cinco quedaron en claro en el iluminador debate realizado entre sus respectivos asesores económicos, el día 1º de febrero.
Entre los portavoces económicos existió unanimidad en cuanto a la urgencia de un intensivo programa de estímulo al crecimiento económico y de restauración de la confianza de los inversores privados, una vez que haya salido del poder el actual régimen confiscador de propiedades y sofocador de iniciativas. Igualmente estuvieron unánimes en cuanto a la necesidad de que se luche contra la pobreza y se promueva la inclusión social, bajo la conducción del poder público democrático, abierto a la participación de la sociedad civil.
Pero hubo clara discrepancia entre enfoques neoliberales o de centroderecha y otros más "keynesianos" o de centroizquierda. El más conservador de los voceros llegó a plantear, como solución mediata, la privatización integral de la industria petrolera. En contra de tales posiciones, la representante de Pablo Pérez encabezó con brío y capacidad persuasiva la tesis de una futura democracia bien equilibrada entre el Mercado y el Estado democrático, el cual debe retener el control sobre las industrias básicas y, por otra parte, realizar un ambicioso programa de estímulo a la creación de empleos. Sin expansión de la demanda, por la ampliación del empleo y la elevación de la calidad de vida popular, no puede haber crecimiento económico dinámico y sostenido.
Pablo Pérez aparte de ser el candidato más compenetrado con los mayoritarios sectores populares del país, por su propio origen humilde, su calor humano, su recio coraje, su rapidez mental y solidez de conocimiento y criterios se perfila como el más capaz de captar el voto decisivo de aquella mayoría de las clases D y E, inicialmente fascinada por Chávez pero ahora desencantada y dispuesta al cambio. Es el líder más claro y convincente en su apego a una democracia que, además de los valores de la libertad individual, enfatice la justicia social y la idea de poner la economía al servicio del hombre. En este mundo en crisis, donde se desintegra el capitalismo especulador manejado por el 1 por ciento de la población y asciende un nuevo capitalismo regulado que toma en cuenta al 99 por ciento restante, Venezuela podrá insertarse con el mayor éxito si tiene a su cabeza a Pablo Pérez, abanderado de la economía mixta y la democracia social.

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