El infierno, si es que existe, debe ser parecido a lo que ocurre en nuestro país: la crisis se encrespa a pesar del cíclico intento de contenerla o maquillarla con medidas destinadas a apuntalar la fe de los devotos del oficialismo.
Su giro humanamente más destructivo es la caotización de la violencia a través de sus distintas manifestaciones, desde la afrenta de los homicidios a las estafas y actos de corrupción en las instituciones. Es uno de los vendavales que ya no puede ser detenido por este gobierno y que será un serio desafío a las capacidades del gobierno que venga.
Adicionalmente, la anacrónica reproducción del socialismo del pasado lleva a cuestas trece años de fracasos en lo social, en lo económico, en lo institucional y en lo cultural para citar ámbitos donde pérdidas y deterioros son más visibles e inaguantables.
Ha sido el empeño más sistemático por bajar a Venezuela a la condición de país fallido.
Esta acumulación de mala vida le genera al gobierno enormes inconvenientes para rehacer una mayoría.
Por una parte requiere profundizar su comunismo autoritario para satisfacer a su legión "rubí, de rojo carmesí" y a la vez, necesita acentuar sus elementos populistas para atraer votantes más allá de su actual base de apoyo.
El Presidente está echando pulso, exprimiendo todo lo que tiene, para ver si puede frenar o disminuir el crecimiento progresivo de la alternativa democrática.
Pero ni la chequera, ni la intimidación ni las promesas tipo pirámide esconden el comienzo del fin de su función.
Aun así, abrirnos camino hacia los buenos nuevos tiempos no será fácil. Reclama imaginación para superar el patrón de las políticas que sólo refuerzan el clientelismo de base y la parasitación de los grupos económicos al Estado. Pide realismo para determinar las prioridades desde una perspectiva de innovación del vínculo entre libertad y justicia social.
Exige sensibilidad para favorecer las potencialidades productivas dentro de una visión de solidaridad y corresponsabilidad con los sectores más débiles y desprotegidos.
Ha sido y será un camino lleno de provocaciones y riesgos. Entre estos últimos el calco de la polarización excluyente surge espontáneamente de la exigencia de afrontar una campaña donde el Estado es el competidor. Esa clase de enfrentamiento "a lo militar" hay que bordearlo, señalar las verdaderas disyuntivas y evidenciar que es posible compartir una opción de futuro con los sectores que han acompañado al chavismo por motivaciones de justicia social y que hoy tienen dudas o no comparten acciones de un Presidente que no responde a sus expectativas iniciales. Esos sectores no se aproximarán con amenazas sino con propuestas dignas de ser apoyadas.
El planteamiento unitario está produciendo efectos positivos. Eleva la percepción de que la resistencia social, cívica y partidista, avanza con buen pie. Ayuda a movilizar la esperanza activa.
Tal Cual digital
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