La ciudad nueva / MARCO NEGRÓN

Hay que rescatar, fortalecer y profundizar la autonomía de los gobiernos regionales y locales

Si como es evidentemente posible, en enero de 2013 los venezolanos logramos sacudirnos la peste que en todos los órdenes ha resultado ser el llamado Socialismo del Siglo XXI, una de las prioridades tiene que ser la de poner en ejecución las grandes estrategias para la transformación de nuestras ciudades.

Como se ha repetido hasta el cansancio, más que el petróleo o cualquier otro recurso natural, las ciudades representan la mayor riqueza de una sociedad. Con Argentina y Uruguay, Venezuela es el país más urbanizado de América Latina, pero sus ciudades, Caracas incluida, se cuentan entre las de peor desempeño: contra una media del 30% en la región, el 50% de sus habitantes vive en condiciones precarias desde el punto de vista de los servicios y equipamientos urbanos en los llamados asentamientos informales. En todas, el transporte público es una calamidad; en la única en que se había logrado construir un sistema digno y eficiente -el Metro de Caracas- han conseguido desmontarlo y en las otras cuatro donde los gobiernos locales habían emprendido el esfuerzo, fueron incautados por el Gobierno Nacional y hoy están paralizados. Esto se acompaña de un tráfico que empeora a ojos vista, en el que buena parte de los venezolanos perdemos cada día el equivalente a media jornada de trabajo. En materia de espacio público los logros son tan escasos que se exhiben como grandes éxitos la recuperación de algunos que ellos mismos habían dejado perder. Por supuesto, esas ciudades no son capaces de atraer inversiones y sobreviven, cada vez más precariamente, de chupar de la renta petrolera.

La misma supervivencia de un nuevo gobierno está asociada a su capacidad para dar respuesta a estos dilemas y convertir a nuestras ciudades en generadoras de actividad económica y empleo de calidad. Para ello es necesario dejar de inventar "ejes" o nuevas ciudades y concentrarnos en lo existente, donde estamos la mayoría abrumadora de los venezolanos, dándole prioridad absoluta a la inversión en bienes de interés público, estructurando un ambicioso programa de urbanización de la ciudad informal, emprendiendo una modernización radical del transporte público cuyo modelo debe ser el Metro de Caracas de los buenos tiempos. Pero esto no se logrará sin rescatar, fortalecer y profundizar la autonomía de los gobiernos regionales y locales, que deben convertirse en ejemplo de eficiencia y pulcritud de gestión. EL UNIVERSAL